¿Cómo se entiende lo traumático en un niño?
Se podría decir que lo traumático tiene que ver con un exceso, aquello que impacta en el psiquismo como imprevisto, como un disparo que desorganiza el aparato psíquico. Ese suceso por acumulación o intensidad, es algo que la personalidad no puede resolver mediante sus mecanismos de defensa (modos en que afrontamos la realidad).
Es por eso que la personalidad se desorganiza, se desarma y siempre deja una huella de su paso.
Esto sucede en cualquier sujeto que ha atravesado un trauma.
Sin embargo podemos imaginar cómo serían estos sucesos/efectos en un niño, que tiene una personalidad todavía en construcción, podemos imaginar que la vulnerabilidad e impacto será mayor.
El punto principal por el cual un niño es un sujeto vulnerable, se debe a que no puede percibir el peligro y por ende no puede defenderse y además, por su dependencia absoluta de otro; adulto. Tanto para satisfacer sus necesidades, como también para que lo proteja, defienda y ayude a construir su psiquismo y sus mecanismos de defensa.
Un adulto que sirva de filtro, que lo ayude a decodificar el mundo, a comprender las situaciones dolorosas, explicando y ofreciendo un escenario para elaborar aquello que sucedió, ya que el niño no está en condiciones emocionales y cognitivas para realizar ese trabajo por sí solo.
Algunos efectos que se pueden observar, estarán de la mano de la edad del niño y sus posibilidades de manifestación. Por eso, cuanto más chicos son los niños, los efectos del trauma se inscribirán en el cuerpo; alteraciones en las regulaciones del sueño, en la alimentación, el control de esfínteres.
A medida que van creciendo aparecen los miedos, enfermedades psicosomáticas, insomnio, contracturas, gastritis, dolores de cabeza y la repetición de la escena traumática, como un intento de comprender aquello que se vivió y no ingresó en el aparato psíquico, entonces queda dando vueltas, repitiendo, hasta encontrar un espacio donde desplegarse y elaborar.
Muchos problemas de aprendizaje están encausados en traumatismos que el niño intenta constantemente resolver, pero solo no puede. Y es aquí donde se debe pedir asistencia profesional sí o sí.
Esta repetición se manifestará en el juego, en los sueños y otras veces el impacto es tan fuerte, como se dijo: un disparo en el aparato psíquico; que genera el no recordar, como en un abuso sexual, por ejemplo, también un accidente, la muerte de un ser querido, una catástrofe natural.
En esos casos se inhiben las funciones cognitivas en el afán de no recordar. Entonces se observan niños que no dibujan, no juegan, y hasta dejan de aprender ¿Cuántas situaciones de violencia o conflictos se detectan en la escuela cuando la maestra se comienza a preguntar por qué ese niño no aprende?
Esta inhibición puede acompañar durante mucho tiempo al sujeto, el que ya adulto se encontrará en ocasiones con problemas en la sexualidad o dificultad para elaborar las pérdidas, por ejemplo. Y cuando éste decida consultar con un profesional porque comienzan a interferir en su vida cotidiana, saldrá a la luz la causa real.
Por eso es importante reflexionar sobre la importancia de una asimetría necesaria para el crecimiento saludable del niño. Un otro adulto que cumpla funciones de sostén y corte. Que cuide y proteja desde la asimetría. Cuando el adulto no está presente, el niño queda librado a cumplir funciones para las cuales no está preparado, y ¿cuántas veces observamos niños que cuidan a sus padres, aunque en ese afán se enfermen?
En resumen el trauma puede ser por un impacto de intensidad alta, o acumulativo como el maltrato psicológico, el abandono, el no tener en cuenta sus necesidades, etc. Esto produce sus efectos y eso es lo traumático: enfrentarse solo a un mundo que no comprende/sentirse solo.
¿Qué se puede hacer para prevenir?
En principio es importante un adulto presente, que con la mirada cuide y se interese por la vida del niño, que con la palabra y brindando un espacio de contención permita que el niño tenga la confianza para desplegar todo aquello que le sucede. Que sea capaz de preparar al niño frente a situaciones difíciles de la realidad, por ejemplo una pérdida, la separación de los padres, la enfermedad terminal de un ser querido. En resumen el niño tiene que poder contar con sus padres o con los encargados de su crianza y si ya aparecieron manifestaciones como las mencionadas (síntomas o inhibiciones), hay que pedir ayuda al psicólogo, que podrá acompañar a descubrir qué le sucede al niño. No hay que esperar, hay que consultar.
Discussion about this post