Según un estudio reciente de Plan International y Unicef, se estima que entre un 50% y un 70% de los estudiantes latinoamericanos han sido testigos de bullying o lo han sufrido. El estudio determina que si bien ocurre tanto en escuelas privadas como públicas, las formas más sofisticadas de acoso, humillación y exclusión predominan en las escuelas privadas.
La escuela en este sentido tiene un rol clave, sin embargo, pese a lo alarmante de las cifras indicadas existe mucha desinformación y abordajes erróneos que solo agravan y perpetúan la violencia.
Ante el caso concreto por ejemplo, suele escucharse en el aula que la temática se aborda enfocándose en quienes sufren o han sufrido el acoso, reclamándole haber reaccionado de otro modo. Esperar que el niño hostigado vaya a pedir ayuda a un adulto es revictimizarlo. Los niños y adolescentes que sufren hostigamiento padecen una indefensión aprendida, que puede llegar a desembocar en ansiedad y depresión, no la eligen, hacen lo que pueden.
Clarifiquemos a qué nos referimos cuando hablamos de bullying: para que se dé tiene que haber una situación estructurada de abuso de poder, es decir: un chico que lo permita, uno que lo haga y un ambiente que lo favorezca y lo sostenga. No toda manifestación conflictiva que incluye amenazas, burlas, golpes, robos y aislamiento en un ámbito escolar es bullying. No se trata de un acosador y un acosado sino que el bullying es una dinámica grupal en presencia de testigos y por lo tanto no puede ser comparado a un conflicto entre pares.
Cuando se produce un caso de bullying significa que hemos llegado tarde, probablemente al detectarlo ya existan daños en distintos niveles: autoestima, autoconcepto y rendimiento escolar.
Debemos comprender que las burlas, el ninguneo social o los motes no son solo cosas de niños. Es necesario un enfoque que comprenda a los niños, los padres y la escuela, en el que el lugar prioritario sea dado a la prevención e intervención integral.
Me refiero a un enfoque integral, porque si bien la escuela es caja de resonancia, estas escenas suelen ocurrir también en los hogares. Es en casa donde a veces se escucha que se habla de putos, gordos, maricones, histéricas, machonas, negros, entre otros. Estos insultos violentos van quedando en nuestros hijos y cada uno hará lo que pueda con ellos, quizás actuarán esa violencia, quizás se victimizarán, quizás repetirán lo aprendido.
Los inicios del bullying a veces comienzan en casa, miremos hacia adentro en primer lugar.
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