Me convertiste en maestro del engaño, sin una razón más que estar contigo .Quisiera invitarte a cualquier mañana de domingo para compartir una mirada y unos mates mien tras pienso esas palabras que den sentido a ese encuentro, inesperado, repentino y sincero. Cualquier encuentro se vuelve verdadero cuando no existen los motivos y nace solo la necesidad de estar contigo.
Necesito una buena excusa para que salgas conmigo y perdernos entre la gente para disfrutar de un largo paseo, en el que sepas la respuesta para el hecho de volver a estar juntos. Tu ausencia se volvió en la dulce excusa para escuchar una canción y traerte de nuevo a este rincón donde te encontrarás con tu otro yo, que surge de mis pensamientos.
Necesito aquella excusa que con sus manos levante tu mirada, tome tu rostro y descifre lo que pienso cuando te miro en silencio. Quizás me transforme en maestro del engaño cuando ante cualquier despedida pergeñe la coartada perfecta para retenerte, así la despedida tenga que esperar un poco más.
Una excusa que comenzó como un juego y se fue transformando en algo serio, cuando comenzó a crecer y el amor lo reclamó como suyo. Una excusa que se transformó en amor cuando comenzó a escuchar al corazón, cuando comenzó a entender tu mirada o esa sonrisa que cautiva, que creyeron en lo que sentía y dejaron de escuchar a indecisas palabras. Me convertiste en maestro del engaño sin una razón más que estar contigo y que tu sola presencia mitigue esta soledad que me obliga a decirte la verdad. Incluso, con las primeras luces de la mañana comienzan mi cúmulo de pretextos, locura y agonía con un simple buenos días.
Te convertiste en la excusa perfecta para no perder lo que no tengo, para no decir lo que quiero, para entregar lo que no tengo y que la culpa conviva con la conciencia tranquila.
Quisiera una buena excusa para tomarte de la mano y llevarte a aquella cama pequeña donde impaciente esperará el amor y que él también se enamorará de tan solo escuchar tu voz. No quisiera convencerte y ni luchar por este amor si al final de la cuenta creo que ganaremos los dos.
Quisiera una excusa que despierte tus locuras dormidas, te enseñaría mis caricias y ternura, que le darán a tu vida una nueva ilusión y un suave rincón donde despertarás todas las mañanas sin mentiras ni disculpas sino un mundo de evidencias, que te muestren lo que siento.
Quisiera una excusa para volver a encontrarte, que me enseñes a vivir diciendo la verdad sin rodeos, que devele este misterio que nace de la profundidad de viejos miedos sin motivos, que esconden la certeza de algunas cosas que te digo.
Quisiera una excusa que te convenza de que soy todo lo que precisas y aceptes lo soy: un hombre que, al verse sin excusas, desnuda el corazón; simplemente porque al estar contigo deja a un lado la razón y así al escuchar tu voz salir de sus males más profundos.
Quisiera entregarte una excusa que le de valor a nuestro encuentro y no volver a caer en los ecos de todas esas palabras que no te pude decir.
Quisiera saber por qué todo lo que es simple se vuelve difícil cuando te vuelvo a ver, es como si todo tu ser me obligara a inventar la mejor excusa. Cuando escucho tu voz siento tu sonrisa y en tu mirada ver reflejada mi imagen que grita a los cuatro vientos esa confesión que me liberará de aquellas cadenas.
Los amores a veces comienzan con aquellas excusas, en las que son cómplices los dos, en un encuentro que se transformará en libertad y sus bocas dibujarán una sonrisa, un futuro y un camino en el que siempre se encontrarán.
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