Llevan casi siete décadas juntos, aunque se conocen de toda la vida. El trabajo y el respeto fueron la piedra sobre la que construyeron su presente, una gran familia que los protege.CERRO AZUL. Gran parte de la historia está más allá de los libros, está en el relato, en las anécdotas y recuerdos de los abuelos, seres llenos de consejos que a veces merecen una doble reflexión para comprenderlos en su totalidad, pero que sin dudas están embebidos con una dosis de amor y un extra de experiencia. Armando Theisen y Otilia Schwertnerz tienen 92 y 87 años respectivamente, llevan juntos casi siete décadas, aunque se conocen de toda la vida, supieron de éxitos y fracasos, pero sobre todo del amor. Armando llegó a la Capital del Durazno en 1926, con solo seis meses, según recuerda Otilia que le contó su suegra, desde Brasil, fui uno de los últimos en llegar a la zona, teníamos un vecino que vino en 1890, a partir de entonces comenzó a venir gente de Buenos Aires, de Entre Ríos a invertir, a plantar yerba. La escuelita se inauguró en 1922, aclaró.
Cuando llegamos con mi familia ya había picadas por todos lados, vivíamos en el centro, con el tiempo se hizo la ruta 14 (la vieja traza), pero acá, si querías comer, tenías que tener lo propio, querías tener un transporte, tenías que tener caballos, querías leche, la vaca, así era todo, pero despacito se fue logrando, apuntó y recordó que solo pudo hacer la mitad de la primaria, porque no había más grados, se fueron incorporando después, igual en ese entonces no se podía estudiar más, llegabas a los once, doce años y al trabajo, tampoco era necesario tanto estudio.
La infancia de Otilia fue un poco diferente, sus padres eran brasileños, ella nació en Argentina, vivían en la zona rural y se dedicaron al cultivo de yerba mate, incluso levantaron un pequeño secadero, estábamos bien, cuando tenía catorce o quince años podíamos ir a Posadas a comprarnos un par de zapatos, tomábamos el colectivo e íbamos, mencionó y Armando añadió que su papá con diez hectáreas de yerba llegó a juntar plata y comprar 700 hectáreas en Colonia Taranco, todo valía, cuando vino Perón quedó todo en la nada, fundió a todos, se fueron los inversores, todo se fue cerrando.
Es una época de la que se extraña todo, la gente, el sistema, todo cambia, como en todos lados, hoy es muy difícil, está muy dividida la gente, opinó Armando, que para casarse con Otilia debió pedir su mano luego de haber trabajado para asegurar a la familia que tendrían donde vivir.
Vivieron un tiempo en Buenos Aires, donde nació su primer hijo, pero la situación del país quiso que regresen a la tierra colorada. Tenía a mi cuñada viviendo con nosotros, Armando estaba internado, lo habían operado, vino el patrón y dijo que nos vayamos a la provincia porque estaba pasando algo muy feo en Argentina, a Armando lo sacaron del hospital, porque había que dejar las camas libres, y al ratito escuchamos las explosiones, vimos el avión sobre la plaza, bombardearon todo el centro, relató Otilia.
Instalados nuevamente en Cerro Azul, Armando montó un pequeño aserradero, cuyas máquinas fabricó él mismo.
La pareja tuvo dos varones más y mellizas, que nacieron en la casa, no sabíamos que eran dos, cuando vino el médico para el parto recién lo supimos, me dijo vas a poder, nació una y a los diez o quince minutos la otra, rememoró Otilia.
Amor y trabajo, la base de la familia
El mejor entretenimiento es el trabajo, no hay otra cosa mejor, lo mantiene sano a uno, tengo 92 años, nunca tuve dolor de cabeza, lo único que tomo es una pastilla por día para controlar la presión, no me duele nada, a los hijos hay que criarlos en el trabajo, desde chiquitos, consideró Armando y añadió que uno debe saber hacer todo, nadie puede mandar si no sabe, hay que aprender de todo, cocinar, lavar, coser, todo, desde chicos, si después no se necesita, muy bien, pero se sabe.
Siempre fui un trabajador golondrina, nunca me quedé en un solo lugar, no me gustaba, me iba a otro lado, ahora denuncian al patrón, al sindicato lo mandé a la mierda enseguida, no quiero saber nada de sindicatos, es lo peor que hay, tienen demasiado poder, dónde se vio eso. Teníamos cuatro hijos estudiando, dos en el Gentilini y dos en Posadas, y tenía que mantenerlos con mi trabajo, teníamos un aserradero chiquito, Otilia ayudaba haciendo pan dulce y masitas para vender, y se pudo, hoy todo está servido y la gente no está conforme, remarcó Armando, para quien si te acostumbras a no trabajar, no lo vas a hacer, además al ser humano hay que ponerle límite desde que nace hasta que muere, ahora hay un gran libertinaje.
El trabajo no mata, es salud, trabajé hasta los 82 años, recién ahí me jubilé y seguí trabajando un poco más, consideró Armando.
Y la mejor medicina para los viejos, según Otilia, es que los hijos se acuerden de sus padres, que no los pongan solitos en un asilo, que los cuiden, son la joya más grande, por esas personas estamos en el mundo; esa vitamina, esa medicina, no se compra con dinero, se compra con amor a la familia, eso es lo más hermoso que hay, se puede tener todo lo que uno quiera, pero la base está en el amor, en ser humilde en tu ser.
Nosotros estamos llegando a un final feliz, las historias de antes no vuelven más, hay que pensar que uno nace para morir, no te salva nadie, tenemos un horario, lo mejor es que no lo sabemos, hay que buscar la forma de vivir en paz, hay que saber vivir, estimó Otilia y confesó estar muy conforme con lo que logré junto a mi familia.
Los tiempos cambiaron, de eso no quedan dudas, pero el respeto a los padres, el amor a los hijos, la debilidad por los nietos, la familia, no es una moda, la familia está más allá de una tendencia.
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