José Espinoza Lazarte (38) es un fotógrafo chileno que divide su tiempo entre Posadas y su Antofagasta natal en busca de ofertas laborales. Perseguir la mejor imagen lo llevó a conocer varios países. Asegura que aquí encontró calidad de vida mental.Desde pequeño José Espinoza Lazarte (38) abrazó la fotografía, una pasión que heredó de su madre, Aura. En su hogar de Antofagasta, en la segunda región de Chile, era quien tenía colgada al cuello la cámara, siempre tratando de buscar el mejor ángulo para hacer rendir los rollos que su padre, José, le encargaba para retratar las reuniones familiares, cumpleaños y vacaciones. Después de perfeccionarse en la Universidad José Santos Ossa se abocó a los trabajos comerciales, pasó la frontera y tras cursar la Licenciatura en Comunicación Social en Entre Ríos, desembarcó en Misiones, en 2008. A partir de allí, su tiempo transcurre entre Posadas y el país trasandino en busca de mejores ofertas laborales.
Con un acento chileno bien conservado, contó que uno busca una calidad de vida mental y Posadas siempre me ligó. Me gusta la tranquilidad, no me agradan las ciudades grandes ni ajetreadas. Es en eso que la capital de Misiones se diferencia de su Antofagasta natal, un conglomerado de 600 mil habitantes, cuyas actividades giran en torno a la minería.
Los trabajos son muy rigurosos y exigentes, y la competencia es muy hostil. Es un beneficio porque a uno lo hace bueno. De ese ámbito vine a este lugar donde hay carencias, una ciudad muy linda, que va creciendo, pero que tiene todavía mentalidad de pueblo. Hay empresarios a los que le cuesta invertir en trabajos que tienen que ver con la imagen, no intentan mejorar la imagen corporativa, los letreros publicitarios, pero doy fe que algunos ya están invirtiendo y se preocupan por sus proyectos y empresas, confió el profesional que gracias a su carrera ya pudo conocer varios países.
En 2013 y por tres meses fue parte de un viaje misionero a las Islas Fiji. Viajé con un amigo y me ocupé de la fotografía documentalista para una fundación médica. Hice fotos de intervenciones y la ayuda social de lo que implica una misión, dijo y recordó que en 2014 se postuló en los proyectos del Fondo Nacional para el Desarrollo Cultural y de las Artes (FONDART), que otorga el Gobierno regional de Chile y me adjudiqué uno, fotográfico, de ocho meses de duración. En 2015 repitió la experiencia por lo que permaneció en el país trasandino durante todo el año. También estuvo en Alemania y en Nueva Zelanda. En 2016, fue candidato para otro proyecto que se desarrolló en Estados Unidos. Terminé ese curso, volví a Chile y me llamaron desde Concordia para registrar el casamiento de un amigo. Luego pasé a Misiones a saludar y a hacer fotos de otro casamiento. Y fue que decidí quedarme, me alquilé un lugar así que voy a permanecer por varios meses, señaló al resumir sus travesías. ?
Conoció bastante a Misiones, no lo que me gustaría, por los trabajos que le tocaron en Puerto Iguazú, Aristóbulo del Valle, Jardín América y San Ignacio. Si bien no son mi fuerte, hago paisajes cuando estoy en un lugar que me agrada. Tengo un stock bastante amplio de fotografías de la tierra colorada. Salgo mucho a recorrer con la cámara al hombro, hago vagabundeos y tengo un registro interesante bajo mi mirada, aclaró.
Sus expectativas son trabajar, trabajar y trabajar. Quedarme acá, ver lo que va saliendo, insertarme en el sistema de trabajo de Misiones, y volver a ser conocido. Tengo ideas, quiero gestionar proyectos sin fines de lucro y contactarme con las personas adecuadas para que sean factibles. Recordó que cuando aprendió fotografía fue con rollos en blanco y negro, revelábamos con químicos, pasábamos horas en el laboratorio oscuro. Tengo en casa una colección interesante de películas en blanco y negro. Me gusta ese proceso, es como poético, romántico. Antes tenías un rollo de 36 y debías pensar sobre qué ibas a hacer foco. Nuestras vacaciones eran en 24 o 36, quienes tenían dinero las extendían a 64. Se perdió el ejercicio de sentarse en familia para mirar impresos y recordar cuando pasó esto (se cayó, se mojó, cosas que no están en la imagen pero sí en el ejercicio de recordar). Hoy tenemos ocho mil fotos en la computadora que nunca las vamos a ver. Muchas veces existe como una prostitución de las fotos. Suena fea la palabra pero el acceso a hacer demasiadas tomas hace que, en ocasiones, no digan nada.
ENRIQUECER LA MIRADA
En casa tenemos muchas fotografías impresas, cajas de todos los cumpleaños, desde que éramos pequeños. Así que la foto fue como parte de mi vida. A mamá también le gustaba esto de recopilar imágenes. Y eso generó que decida arriesgarme y viva de la fotografía, con los pro y los contra que puedan aparecer. Gracias a Dios me fue bien. Tengo la bendición de haber hecho distintos tipos de trabajos. En Antofagasta me vinculé a empresas (imágenes corporativas, publicitarias, reportajes) lo que me llevó a hacer un montón de cosas distintas, desde tirarme de un parapente, a fotografiar al presidente de Chile, al alcalde, platos gastronómicos, inmobiliaria, que en cierta forma creo que va enriqueciendo la mirada.
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