María Benítez tiene 52 años, la vida la obligó a trabajar sin descanso y la alejó de la escuela. Hace muy poquito encontró una oportunidad de aprender y no la dejó pasar.OBERÁ. Según estudios relativamente recientes, cuando una persona adulta aprende a leer y escribir su cerebro sufre profundos cambios en distintas estructuras, sin embargo significa también un paso hacia otra luz que sin duda cambiará su vida y la de su entorno para siempre, como el de María Benítez, una mujer de 52 años que cumple el sueño de alcanzar la lectoescritura.
Aprender a leer fue el gran anhelo de toda su vida, el año pasado, gracias a la tarea de Acción Católica en su barrio, se le presentó la oportunidad y no la dejó pasar.
Es la primera en llegar y no falta nunca, es una excelente alumna, manifestó la docente Vanesa Laban, que hace dos años llegó con el taller de alfabetización al barrio Escondido de la Capital del Monte.
La sacrificada vida en la chacra y la decisión de sus padres de que junto a su hermana mayor debían ayudar con las tareas, impidieron que al igual que sus cuatro hermanos menores pudiera ir a la escuela.
Me crié en la chacra, en Aristóbulo del Valle. Siempre soñé con ir a la escuela, pero a mi hermana mayor y a mí nos tocó quedar en la chacra y ayudar a mis padres. Dos hermanas nos criamos sólo trabajando en la chacra, relató a Ko´ ape.
Con una historia abnegada a cuestas, recorrió varios lugares en la búsqueda de un mejor destino. Se casó y tuvo seis hijos. En el barrio estoy hace más de diez años, nos traen agua una vez por semana, si vienen, no tengo luz, quisiera, pero no puedo, no nos alcanza. Tengo una discapacidad, no veo con un ojo. Después de mucho andar conseguí la pensión. Mis hijos tienen sus familias y viven todos cerca, apuntó la abuela de veinte nietos y una bisnieta.
Siempre fue mi deseo aprender a leer y escribir, cuando me casé intenté pero siempre eran discusiones con mi marido y no pude. Después fui unas clases acá cerca, pero tampoco pude seguir. Una vez le dije a un vecino que lindo sería que venga una maestra y me enseñe a leer. Ahí apareció la señora Vanesa, yo la mezquino mucho, la quiero porque ella es muy buena y me enseña con mucha paciencia. Empezamos el año pasado y estoy feliz porque por fin sé que voy a aprender, confió.
No sabía ni hacer mi nombre, nada, nada. Ahora ya sé deletrear, escribir mi nombre. Quiero y estoy aprendiendo a leer, voy a aprender. Hago todas las tareas que ella me da y tengo otro cuaderno para practicar más, añadió.
Las clases se desarrollan todos los sábados en el espacio que construyeron Jim Curran y Silvina Blaha, titulares del Hogar San Patricio. El grupo de Acción Católica lleva adelante el funcionamiento del merendero y dicta talleres de apoyo escolar, alfabetización para adultos y costura.
Estamos muy agradecidos en el barrio y mis hijos están contentos que yo aprenda a escribir, tengo una hija que va conmigo. Así ya no voy a tener que preguntar a dónde va el colectivo cuando quiero ir a algún lado. Hay gente buena, pero hay brutos, que te atienden mal, sin paciencia. Muchas veces me quedé triste por no saber qué hacer. Cosas que en mi vida no sabía ahora estoy aprendiendo, agregó María.
Las actividades que realizan el grupo solidario no involucran la religión. Soy creyente, de la Iglesia Asamblea de Dios y lo que más quiero es leer la biblia. Yo me crié trabajando, el estudio nuestro era trabajar, sin descanso. Tengo fe de que voy a aprender, cuando estoy sola y puedo escribir las letras o leer, me admiro, me río sola y me siento muy feliz, confesó María.
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