Nuevos aires soplan en la ciudad y la llenan de colores dando entrada al sol, a los días cálidos, a la brisa suave que lleva de casa en casa el aroma de los paraísos, las glicinas y las frecias en flor.
Un mes para levantar la mano y animarse a salir o caminar o a correr, maquillarse más a menudo, renovarse y regalar flores frescas a quien amas.
Soñar un poquito no hace mal, nos ayuda a sentir que cada mañana trae un nuevo día y con él nuevas expectativas.
Si te agota la rutina y estás con tanto trabajo, desenchúfate y agarra un libro y anda a disfrutar del río o de una plaza al aire libre. Carga tus pilas. Es lindo sentir que estás viva, poder mirarse al espejo y encontrarse con uno mismo, tener una comunión entre el alma y el cuerpo que hace irradiar fuerza. Esa fuerza que no debes perder nunca para lograr la felicidad.
Divagar sobre la razón, los sentimientos, la mente y el corazón no siempre juntos, a veces uno no sabe a cuál seguir.
El corazón es tan libre, tan espontáneo, tan fresco y sincero que nos hace sentir bien, nos enamora, nos hace ver las estrellas de colores, escuchar musiquitas y volar por las nubes.
Pero cuando creemos que estamos en lo más alto disfrutando al máximo, el cerebro nos da alguna orden que nos obliga al aterrizaje forzoso. La rutina, el sentido común, el qué dirán y otros tiranos se empeñan en opacar la felicidad y ahí es cuando necesitamos equilibrar cabeza con corazón y sensatez con sentimientos para encontrar el camino que nos lleva a ser cada día.
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