Los turistas que disfrutan del turismo aventura tienen en la ciudad brasileña de Bonito, ubicada a 312 kilómetros de Campo Grande, capital del estado de Mato Grosso do Sul, un novedoso destino para despuntar el vicio de bucear entre cavernas subterráneas, nadar en acuarios naturales, y degustar la exótica gastronomía amazónica, entre otras actividades.
El Instituto Brasileño de Turismo (Embratur) se ha fijado el objetivo de atraer al turismo argentino hacia Bonito, expresó la titular de ese organismo, Teté Bezerra.
Nuestros vecinos argentinos, que ya conocen muy bien nuestras playas, especialmente en el sur del país, son socios prioritarios en nuestra estrategia de promoción de Brasil como destino turístico, entonces nuestra intención es diversificar la oferta de destinos y nichos turísticos para que los descubran, agregó.
Queremos mostrar atractivos poco explorados por ellos, como Bonito, que es uno de los principales destinos de ecoturismo y turismo de aventura de nuestro país, afirmó.
En Bonito los visitantes pueden sumergirse en la naciente cristalina de los ríos Baia Bonita y Sucurí -conocidos acuarios naturales- para nadar junto a peces de colores, y también hacer paseos en boyas (un equivalente al culipatín, pero en el agua), o bajar a cavernas subterráneas para bucear luego de hacer un trecho del camino a rapel.
Aunque parezca una alternativa sólo para audaces, el público que viaja a Bonito es heterogéneo, con familias, parejas y grupos de amigos que tienen garantizada la aventura, con un menú que incluye rafting, flotación en pequeños lagos naturales, arborismo, cascadas, grutas y chapuzones en aguas cristalinas.
Todos los paseos son organizados por agencias especializadas, aclaran desde el Embratur, ya que las autoridades no permiten la circulación de turistas solitarios en ciertas atracciones.
En tanto, la gastronomía amazónica de la ciudad es un desafío adicional (la carne de yacaré suele ser parte de los menúes), mientras que en julio se celebra un festival de invierno con artes escénicas y música, que atrae cada año a unos 30 mil visitantes.
A pesar de no haber vuelos directos desde Argentina hasta Bonito, están las conexiones por varias líneas aéreas desde distintos estados brasileños y Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia.
Entre las atracciones que se ofrecen en la ciudad destaca Abismo Anhumas, una de las mayores cuevas sumergidas de Brasil descubierta en la década de 1970 por un campesino.
La primera parte de la actividad es un descenso de tres metros, con técnica de rapel, por una estrecha hendidura en el suelo, que después se ensancha para descubrir un gigantesco cráter.
En total serán 72 metros de rapel hasta llegar al lago cristalino, donde se puede hacer buceo entre unos pocos elegidos puesto que al paseo bajan sólo dos grupos de ocho personas por día, uno por la mañana y otro por la tarde, con la compañía de seis monitores.
Los enormes conos de sedimentación calcárea que hay en la gruta (llegan a tener 20 metros de altura), se divisan aún más imponentes debajo del agua.
Otro imperdible es la Gruta del Lago Azul, considerada patrimonio nacional por el gobierno de Brasil; una gruta plagada de estalactitas y estalagmitas que producen, con el lago, una ilusión óptica de características singulares. En realidad el agua es cristalina, pero el efecto del sol dentro de la caverna, sumado a la composición del agua, rica en calcio y magnesio, son los responsables del efecto final.
Los cuidadores de la gruta imponen límites estrictos en la cantidad de visitantes (300 por día, divididos en cuatro grupos), y se llega a ella descendiendo a través de más de 290 escalones. Para evitar el impacto ambiental de la presencia de los turistas, no es permitido bañarse en el lago, en cuyos 87 metros de profundidad se han encontrado valiosos restos arqueológicos y fósiles.
A 65 kilómetros de Bonito, otra maravilla natural es Boca da Onça, la mayor cascada de Mato Grosso do Sul, con 157 metros de altura, a la que se arriba por un camino colmado de pequeñas caídas de agua y cascadas de menor envergadura.
La caminata toma no menos de 40 minutos, con acceso a una aventura adicional: el cañón del Río Salobra, que ofrece una vista panorámica a quienes se animan a una ladera de 90 metros de altura a rapel, lo que supone tener un gran estado físico, poco vértigo, y mucho amor a la aventura.
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