El orgullo del trabajo llevado a cabo en un perfecto balance de humildad hacen de este hombre un libro abierto, dispuesto a compartir sus estudios y a prestarse a nuevas ideas, siempre pensando en energías que signifiquen una mejor calidad de vida.OBERÁ (Parte II). No soy un genio, simplemente siempre tuve la virtud de acopiarme a viejos sabios, ellos me enseñaron, repitió Eric Barney, el ingeniero que supo sortear la estructuración que impone la carrera y, en la década del 80, llevar luz a remotas zonas rurales, haciéndose partícipes del antes y después de la vida de muchos colonos, misión con la que continúa hasta la actualidad, asesorando y compartiendo su experiencia en distintos ámbitos, como en la mesa antirrepresas.
Y aclaró, soy ingeniero electromecánico, pero me volví hídrico. Era lo que más me gustaba. Por supuesto que quienes lo rodearon fueron claves en esta decisión. Me crié en la colonia, en Oberá, allí conocí a un sueco que vivía cerca del hospital que tenía una turbina, hacía treinta años iluminaba su casa con ella, éramos chicos, teníamos doce o trece años y nos reuníamos con su hijo, cuando vi eso quedé maravillado, tal es así que después recuperé los pedazos de esa máquina y los tengo en casa como un recuerdo muy importante, porque la misma turbina fue la que desarrollé durante treinta años, con algunas mejoras, apuntó.
Su paso por Estados Unidos en la década del 70, cuando el deporte lo llevó a compartir el campus de la Universidad de Berkeley, donde además hizo su mejor marca sudamericana en salto con garrocha, también dejó sus huellas en su actuar. Era un mundo totalmente novedoso, Jimi Hendrix tocaba a la vuelta de donde vivía, todas esas cosas me fueron penetrando, participando de una necesidad y cuando vine, en el 73, comencé laburando en EMSA pero empezaba a perfilarme para las microturbinas, preparé un viaje y me fui a Alemania, donde fabricaban las turbinas, como para copiar algo, pero no pude, era muy secreto todo y sólo se instalaban donde había mucha gente de plata, como el colono rural misionero a quien que pocas veces le sobra plata, volví y empecé a hacer turbinas, a ensayar, trabajar, recordó.
E hizo hincapié en que la gente cree que como por lo que desarrollamos sos un genio, pero no es así, los genios son otra gente, extraterrestres, nunca se sabe cómo es que pueden llegar a esos conocimientos, la virtud que tenía era que siempre me acopié a viejos sabios y ellos me enseñaron.
Cosechero de conocimientos
En combustión, por ejemplo, fue del viejito Avelli de quien absorbió grandes experiencias. Era tornero, nunca había visto algo igual, por la tarde, después de trabajar iba a su taller, él hizo un gasificador en base a su experiencia en Francia, donde vivió durante la guerra, memoró el ingeniero, artefacto que cuando su mentor falleció recuperó y utilizó en la Facultad de Ingeniería para hacer andar el motor de alcohol que le donó Ford, porque el gasógeno no es una cosa fácil, siempre digo tenés que tener un alemancito al lado porque no es sólo tirarle leña, tiene su vuelta pero una vez que aprendés todo es rutina, nada es secreto, el secreto quién te enseña, después es cuestión de copiar; con esa idea fui a la universidad, porque era término medio y me daba cuenta lo difícil que es para el alumnado entender algo, especialmente cuando se trata de energías no convencionales, porque tiene como otro idioma, subrayó.
Y puso como ejemplo que Canadá enviaba a su grupo de investigaciones a África y cuando llegaban allí el director los llevaba a una chatarra y les decía acá está el material que necesitan para hacer el desarrollo, aparatos para la cosecha de maíz, desgranadoras, etc. y tuvieron que aprender de la nada con lo que se llama tecnología apropiada o tecnología intermedia, buscar qué es lo que hay, cómo se pueden abaratar costos, así hicimos los siete proyectos de microturbina, con la gente, con carros llevando tubos, piedras, un trabajo con demasiada responsabilidad, realmente éramos ingenuos en esa época, nunca medimos el nivel que lleva asumir la responsabilidad de una tecnología que no teníamos clara.
Al principio no sabíamos nada de hidráulica, fuimos aprendiendo, más cometiendo errores y mejorando, era a prueba y erro, no teníamos plano, no teníamos nada, pero era tanta la crisis, tanta la necesidad que me decía si fallo buscaré quien me ayude para mejorar, porque no es que uno sabe todo, y así fue, remarcó Barney.
En la facultad siempre tuvimos la idea de meter a los alumnos en el campo, ver cuál es la necesidad, pero no ir a imponer una tecnología, aclaró el ingeniero, premisa en la que tuvo mucho que ver su esposa, antropóloga social, confesó y remarcó que hay que conocer bien la idiosincrasia de la colonia para meterse a trabajar y el Gobierno tiene que apoyar, sin él no se puede hacer nada.
Cuando hay pasión, cuando hay verdadero interés, los obstáculos se ven como desafíos, quizá por eso es que, a pesar que los proyectos quedaron truncos por falta de apoyo Estatal Barney continúa movilizándose y buscando mentes deseosas de tomar su experiencia. Es un libro abierto, simplemente hay que disponerse y, quien quiera oír…
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