Desde chica vivió en la ribera del río, en una zona de olerías. Se casó con un productor de ladrillos y adoptó la actividad como propia. Lucha por los derechos de sus pares. Posadas. Así como se moldea el barro para obtener un ladrillo de calidad, de la misma manera Zunilda Recalde fue moldeando su vida para adaptarse al trabajo de olera y, luego, para ocuparse de transmitir las necesidades que tienen sus vecinos en el alejado barrio El Porvenir II. Si bien creció en una zona de olerías cerca de la exestación de trenes de Miguel Lanús, su contacto con la actividad fue contundente cuando se casó con Ernesto Ríos, un hombre cuyo padre, Honorio, y su abuelo se dedicaban a la fabricación de los bloques, en una época floreciente para el rubro.
Ubicada en un espacio en el que los rayos del sol de media tarde apenas llegan, la mujer hace un paréntesis para mostrar el límite de su terreno, de una hectárea, que hace casi 30 años les entregó la Entidad Binacional Yacyretá (EBY) como resarcimiento por haberlos sacado de su hábitat, en la zona costera.
Mi esposo heredó la profesión y la olería de su padre. Cuando relocalizaron a los vecinos de la zona ribereña mi suegro pudo comprarse una casa pero se quedó sin el lugar de trabajo, sin espacio para producir por el avance de la cota. Y después de un tiempo, la EBY nos entregó estas tierras que son aptas para la actividad.
Cuando el matrimonio llegó al lugar esto era la nada misma. Veníamos en bicicleta desde las proximidades del barrio Santa Rita que es donde residimos. Él se quedaba una semana solo, bajo una carpa, haciendo los ladrillos, tratando de hacer bloques distintos para poder vender mejor. En la semana yo me quedaba con mis hijos que iban a la escuela primaria. Y veníamos acá los fines de semana con Alejandro y Mariana, que hoy integran las filas de la Prefectura Naval Argentina.
El trabajo de Recalde y de los chicos consistía en cantear, que es permitir que el ladrillo se ventile y se da vuelta para repetir el procedimiento. Después del canteado, se encadena, es decir, se pone cruzado en montañas para que se sequen al sol.
Durante la semana Ríos seguía preparando la piezas y la mujer y los hijos regresaban los fines de semana para quemar. Primero ayudaban a armar el horno y después realizábamos la quema, que depende del horno que hagas, se extiende por 18, 24 o 36 horas, arrimando el fuego todo el tiempo. Por lo general el horno tiene boquillas de los dos lados. Pero si tiene tres boquillas de cada lado, son seis lugares que tenés que cuidar durante toda la noche.
En el caso del ladrillo común, una vez que el fuego empieza a subir, se pueden dejar las brasas y cerrar. En cambio el otro ladrillo que hacemos es diferente. Así fuimos haciendo todo esto que tenemos, desde hace 29 años. De esta manera nuestros hijos pudieron estudiar, terminaron la secundaria e ingresaron a la Prefectura, señaló la mujer, que ahora es integrante de la Mesa Nacional del Ladrillo.
Poner en práctica
Admitió que sus hijos aprendieron a vivir de esto, a ser responsables y a valorar las cosas. Cuando conseguís las cosas con sacrificio, las valorás más. Cuando vienen a Misiones no tienen problemas de ayudar al papá cuando tiene que llevar una carga de ladrillos, no tienen problemas de ayudar a cargar o a descargar.
Contó que su hija tenía 16 y seguía yendo a descargar ladrillos o cuidando el horno, siempre orgullosa de su padres.
Proyectaban que cuando se quedarían solos, se iban a arreglar quemando un horno de ladrillos al mes (10 mil unidades) pero en el matrimonio primaron las ganas de ayudar a la gente. Hacíamos ladrillos cerámicos, siempre buscando mejor. La máquina extrusora que tenemos es artesanal, fue hecha por mi esposo, siempre mirando, investigando. Nos capacitamos en la Secretaría de Minería de la Nación, tuvimos la suerte de viajar tres veces, de poder mejorar, de cambiar esa forma tan rudimentaria, sufrida, sacrificada de realizar esta tarea, confió la mujer. Como pudieron lograr cambios, quisieron compartir su experiencia con los colegas. Todo lo que tenemos es gracias al ladrillo entonces quisimos compartir con la gente un poco del conocimiento que recibimos. Salimos fuera de la provincia a mostrar lo poco que sabemos. Fuimos a la localidad chaqueña de La Verde donde reactivamos instalaciones que estaban paradas desde hace cinco años. Como mi esposo sabe mucho de mecánica, el año pasado pusimos en marcha la fábrica ladrillera de Chaco, dijo Recalde que, junto a Ríos, integran la Mesa Provincial de Oleros. También viajan al interior de Misiones. Mi esposo fue a Azara a hacer una mezcladora para los oleros de la zona, y hay un grupo que ya trabaja con esa máquina. En el municipio existen 36 olerías registradas que pudimos visitar, agregó.
Pilares en el acompañamiento
Según Recalde, si bien las mujeres no hacemos el trabajo más pesado pero somos pilares a la hora de la ayuda, del acompañamiento. Como en mi caso, que cuando me casé puse en práctica términos como cantear, canchear, encadenar. Y como represento a los oleros de Misiones, me ocupo de todos los trámites. En El Porvenir II hay unas 200 familias de oleros pero muchos no se registran por temor a ser utilizados. Ya lo decía mi suegro, siempre utilizaron al olero para beneficio de otros. Entiendo a la gente que no se quiere registrar porque sabemos que muchos se hicieron millonarios en nombre del olero.
Recientemente presentó el proyecto de fomento a la actividad olera que fue aprobado. Cree que a través de esta iniciativa podrán brindar soluciones a buena parte de los oleros que todavía tienen problemas con la tierra. Pedimos una cantera de donde todos podamos sacar la materia prima y se dejen de hacer pozos en los alrededores, que se cubren de agua y son foco de cría para los mosquitos. Hay algunos que ya no tienen lugar de donde sacar tierra. Solamente les queda la casa y el espacio en que hacen los ladrillos, que se llama la cancha. También pidieron becas para los oleros e hijos que quieran estudiar porque muchos no tienen posibilidades, y la oportunidad de una vivienda, porque hay familias que no tienen siquiera el permiso de ocupación.
Lamentó que la mayoría de las viviendas se construyen de ladrillos cerámicos (huecos) y que no haya barrios edificados con ladrillo común. Cuando vamos a Chaco me asombra ver edificios enteros hechos con ladrillo común, acotó.
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