En la mesa de mediación, una emoción que se presenta frecuentemente es el miedo, a veces se encuentra debajo de mucho enojo, otras detrás de la angustia, lo cierto es que a menudo nos lo encontramos irrigando las posiciones de las partes.Son varios los miedos que los mediados crean en su mente, temen lo que les pueda pasar, temen los cambios de su día a día, cómo será su futuro y, precisamente son estos miedos los que alimentan el conflicto.Para encontrar una manera funcional en la que las partes puedan continuar con sus relacionamientos, no podemos dejar de lado esta emoción tan importante que nos dará pistas de lo que realmente necesitan y así diseñar la estrategia de actuación más adecuada para cada circunstancia.Esquivar lo que sentimos nos aleja de lo que necesitamos. Por ello cuando se habla de sentimientos no hay que confundirlos con pensamientos, creencias o interpretaciones, que nos desviarán en este camino de entender qué queremos. Transformar estos pensamientos, creencias o interpretaciones en sentimientos, nos permitirá darnos cuenta de la emoción real que domina la capacidad para manejar la situación percibida como amenazante y clarificar qué necesitamos, por ejemplo, “me siento rabioso porque pienso que soy tonto” o “siento tristeza porque pienso que soy una pared para ti”.En estos ejemplos, las necesidades a satisfacer pueden ser “necesito ser más hábil” o “necesito mejorar la comunicación contigo”.El miedo no sólo nos indica cuál es la necesidad a satisfacer sino que nos alerta para cuidar el equilibrio de poder que debe existir entre las partes. Cuidar este aspecto emocional ayuda a lograr la legitimidad que éstas necesitan para verse. Con las herramientas adecuadas, el mediador puede acompañar este proceso a fin de reencuadrar la situación de manera tal que, la persona que siente miedo pueda tomar decisiones que le permitan seguir con su vida desde la confianza necesaria para salir adelante.ColaboraValeria [email protected] 3764-510132
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