Este viernes se cumplen 206 años de la Batalla de Saladas, un combate no muy conocido en la historia nacional y que tuvo lugar el 2 de agosto de 1818 en lo que es hoy la provincia de Corrientes.
El protagonista de dicha historia es el general misionero Andrés Guacurarí, quien -en defensa de los federales de Artigas- fue el ganador de esta contienda civil ante tropas correntinas, para luego erigirse como gobernador de Corrientes.
Vale recordar que en mayo de 1818, en esta parte del país -más precisamente en lo que hoy es el litoral argentino-, el entonces gobernador correntino, el artiguista Juan Méndez, fue depuesto por una revuelta liderada por el capitán José Vedoya.
Ante esta situación, el “Protector de la Liga de los Pueblos Libres”, José Artigas, ordenó que se movilizaran tropas para recomponer la situación. Por cercanía, amistad y -a priori- parentesco, Artigas encomendó esta misión a Andrés Guacuarí.
Partida y paso triunfal
Así, a principios de julio, “Andresito” partió rumbo a Corrientes con cerca de 2.000 hombres. A mediados de dicho mes, el jefe militar guaraní ocupó casi sin resistencia los pueblos de Caá-Catí y Mburucuyá, después de vencer al coronel José Casado, quien había sido elegido por el gobernador Vedoya para hacer frente al general misionero.
Tras esta primera caída de las tropas correntinas, Vedoya tomó posición cerca de Saladas, preparándose para hacerle frente a la avanzada del contingente enemigo.
En la noche del 1 de agosto, el ejército misionero acampó muy cerca del ejército correntino. Al día siguiente, Andresito preparó tres filas de ataque para la esperada batalla. El flanco izquierdo estuvo al mando de José López (conocido como “López Chico”), en el centro se ubicó el propio Andresito y en el ala derecha lo hizo Pantaleón Sotelo.
Le presentó batalla
Ese día Vedoya se despertó con las tropas misioneras en “sus narices” e intentó replegarse sin luchar al ver el importante número que poseía el enemigo, pero las tropas misioneras se lo impidieron y tuvo que presentar batalla.
“López Chico” fue el primero en avanzar, pero fue retenido por el fuego enemigo. En plena siesta invernal, avanzó el resto del ejército misionero y las columnas artiguistas repitieron sus tradicionales movimientos de “montonera”, mientras que las fuerzas correntinas buscaban un punto fijo para descargar sus fuegos.
Tan solo resistieron algunas milicias de infantería y artillería de Mburucuyá y Saladas, las que fueron diezmadas rápidamente al no querer rendirse. No hay cifras exactas de bajas, pero debieron ser importantes, en especial entre los correntinos.
A todo esto, Vedoya decidió fugarse y dejó a su ejército en la más absoluta incertidumbre y vergüenza, ante la destacada victoria una vez más del general misionero Andrés Guacurarí.
Más tarde se pudo saber que Vedoya y el coronel Casado llegaron a la capital correntina, en la más absoluta clandestinidad, y escaparon rumbo a Buenos Aires.
Guacurarí, tras la victoria en Saladas, continuó camino a la capital correntina con todo su contingente militar y vecinos que se sumaron en su llegada a Corrientes.
Andresito ingresó a la ciudad con sus tropas, a pie, desarmado y en claro son de paz. Así tomó posesión de la gobernación de Corrientes y en forma inmediata celebró un solemne Tedéum, en acción de gracias, y con la presencia del Obispo de la ciudad.
Luego de su resonante victoria en la Batalla de Saladas, Guacurarí fue por siete meses el gobernador interino de Corrientes.