La rápida reacción del personal penitenciario para repeler el ataque y poner en fuga a los maleantes quizás no hubiese sido tal sin la ayuda que el sereno de la obra en construcción que se erige en el predio de la Unidad Penal II prestó en los momentos de máxima tensión.
Apenas con una linterna que en un extremo posee una suerte de picana eléctrica, Carlos (56) enfrentó “mano a mano” al trío que en la noche del último lunes intentó rescatar a Vanderlei Lopes (32). Puro coraje, como lo describen los propios penitenciarios. Sucede que los maleantes portaban pistolas, revólveres y hasta escopetas.
“Hace cinco meses que trabajo en la obra. Siempre trabajó en seguridad. Soy excombatiente de Malvinas, es decir, no estuve en las islas, pero estuve bajo bandera”, le cuenta el hombre a PRIMERA EDICIÓN a modo de currículum. Es de mañana y pasaron apenas horas del ataque que, sin imaginarlo, lo tuvo a él como una de las primeras víctimas.
“Eran cerca de las 20 y después de cenar estaba dando unas vueltas por la obra, controlando todo como hago siempre, cuando estos tipos aparecieron de golpe. Eran tres y estaba encapuchados. Tenían armas largas”, confirma Carlos, con el cansancio de toda una noche ajetreada reflejada en sus ojos.
“Fique tranquilo, com você não é a coisa (quedate tranquilo, con vos no es la cosa)”.
“Fique tranquilo, com você não é a coisa (quedate tranquilo, con vos no es la cosa)” o “Não passa nada rapaz, não passa nada com a faca (no pasa nada hombre, no pasa nada con el cuchillo)” fueron algunas de las amenazas en portugués que recibió el sereno, de las últimas cuando intentaba desarmar a los autores, que también portaban un arma blanca.
“De ahí me llevaron con un arma larga. Bah, me querían llevar, pero yo no me dejaba, me sacaba. Agarré mi linterna y le di con la picana. Entonces le grité a uno de los efectivos que justo estaba ahí. ‘¡Guardia!’, le dije”, recordó.
El resto es, en parte, conocido. El uniformado disparó contra uno de los maleantes que intentaba abrir el portón del módulo “A”, mientras uno de sus cómplices se mantenía en lucha con Carlos, resuelto a no darse por vencido siquiera pese a estar en inferioridad de condiciones.
“Cuando fueron los disparos, todos salieron corriendo por la obra y se fueron. Yo creería que a uno de ellos le llegó a pegar, porque salió gateando”, rememoró el cuidador, quien después del hecho, un poco más tranquilo, encontró en su lugar de trabajo un alicate “de los grandes, para cortar candados o rejas” y las municiones que fueron “levantadas” por la Policía provincial.
Más allá de la tensión que vivió al enfrentarse con los malvivientes, Carlos asegura que nunca sintió temor. “Nunca tuve miedo, sentí más coraje que miedo”, confiesa el sereno, quien aseguró que “lo volvería a hacer, porque me debo a la empresa para la que trabajo. Ojalá los patrones estén contentos”.
Una vez que la calma regresó a la Unidad Penal II de Oberá, Carlos se reunió con el efectivo que abrió fuego y logró poner en fuga a quienes intentaron rescatar al brasilero Lopes (ver página 26). “Estuvimos charlando un buen rato. Ellos ahí de la penitenciaría me dijeron que estaban agradecidos y que cualquier cosa que necesite, que estaban a disposición. Yo sólo hice lo que tenía que hacer”, finalizó. En realidad, al decir de todos, hizo mucho más.