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Creció con el diagnóstico de síndrome espástico, una discapacidad motriz que “sólo afectó mi movilidad y un 80% del habla, pero no afectó mi inteligencia”. Sin dudas. Lisandro Gabriel Simón, con 22 años, está a sólo cinco materias de recibir el título de Técnico en Comunicación Social, también estudió arte, tiene una página donde escribe sobre discapacidad, cultura general, noticias actuales, tecnología e internet. Tiene muchos sueños pero el principal es poder “dejar mi huella”.
PRIMERA EDICIÓN conoció su historia gracias a un profesor que subió un video a su cuenta de Facebook. Lisandro acababa de rendir libre Computación II de la carrera de Tecnicatura en Comunicación Social de la Facultad de Humanidades de la UNaM y en el video se lo ve contento sabiendo que aprobó la materia. “Dio un examen ejemplar, de excelente conocimiento. Me emocionó mucho por la garra que le pone y el profesionalismo de su trabajo”, dijo el docente de la mesa examinadora, Sergio Caballero.
Pero, ¿cómo llegó hasta acá? Todo comenzó hace 22 años, un 24 de diciembre de 1995 en Oberá. Su mamá, Elena Simón, cursaba 23 semanas de gestación de su primer hijo, Lisandro, cuando rompió bolsa y fue llevada de urgencia a Oberá, porque en San Ignacio – donde viven actualmente – el hospital no podía atenderla. Durante el trabajo de parto su presión comenzó a descender por lo que los médicos debieron sacar al bebé de la panza pensando que no sobreviviría.
“Al saber que su bebé no iba a sobrevivir mi mamá comenzó a orar pidiéndole a Dios, Jesús, la Virgen María y al Arcángel Gabriel, que le den la oportunidad de conocerme”, contó Lisandro en su página personal. Las oraciones tuvieron su recompensa porque él sobrevivió pero la falta de oxígeno durante el parto ocasionó que naciera con una discapacidad motriz llamada síndrome espástico. “Pero a pesar de eso no nos rendimos”, remarcó.
“Tengo una vida normal como cualquier persona. Hice la escuela primaria, secundaria y la universidad en instituciones públicas junto a personas sin ningún tipo de discapacidad. A pesar de mi discapacidad motriz y sus limitaciones siempre fui tratado como un alumno más”, aseguró Lisandro en su blog.
Vida universitaria
Una vez terminada la secundaria, Lisandro se tomó una especie de año sabático porque tenía que operarse del tabique nasal. Esto fue en 2014. Aún así comenzó la tecnicatura en administración de empresas en el Instituto Leonardo Da Vinci aunque debió dejar a causa de la cirugía.
Su proyecto inicial era estudiar diseño gráfico en Oberá o profesorado en educación tecnológica “pero cuando vi comunicación social me interesó mucho más”, aseguró a PRIMERA EDICIÓN. “El cursado fue normal, con algunas dificultades obviamente, pero gracias a la buena onda de mis compañeros y al continuo acompañamiento de los profesores, quienes trabajaron para adaptarse a mi condición, pude tener una cursada muy favorable durante estos tres años”, aseguró. Tanto fue así que está a sólo cinco materias de hacerse con el título.
No sólo eso. “Hace seis meses comencé a cursar la carrera de producción artística integral, en la Escuela de Danzas de la provincia, pero por problemas personales y porque se me dificultaba cursar las dos carreras, tuve que dejar y ahora sólo me estoy dedicando a Comunicación”, de la que espera recibirse en diciembre o, a más tardar, en febrero del año que viene. Mientras analiza si continuar la licenciatura o hacer alguna especialización porque “me gustaría trabajar en medios de comunicación, ya sea diarios, revistas, televisión, donde me acepten”.
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Un poco sobre Lisandro
Por estos días, Lisandro volvió a vivir a San Ignacio con mamá Elena y hermano Tomás, de 15 años después de casi tres años como estudiante en Posadas.
Se dedica a estudiar para rendir las materias que le faltan (cuatro de ellas en condición de libre y una como regular) y, en sus tiempos libres, escribe en su página web “donde estoy practicando para el día de mañana” y “también le ayudo a mi mamá en su trabajo en la farmacia”.
Tuvo una infancia difícil porque durante doce años vivió con una niñera que asegura que lo maltrataba. El nacimiento de su hermano, Tomás, fue su salvación porque él pudo contar a su mamá el padecimiento que sufría Lisandro. Además nunca pudo conocer a su papá biológico, y reconoce como padre al primer marido de su mamá, Rubén. Esto es un poco de la historia que él mismo cuenta en http://www.lisandrogabrielsimon.epizy.com/wp/.
De todas maneras, nunca dejó que nada lo detenga, y con el amor y el apoyo de su mamá y su hermano sale adelante todos los días. Una historia de superación.
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“Queda camino por recorrer” ( columna escrita por el propio Lisandro)
Por años, la discapacidad ha sido considerada una enfermedad, pero a pesar de ocasionar una limitación en las actividades cotidianas no significa incapacidad y no es una enfermedad. Podemos trabajar, jugar, aprender y gozar de una vida saludable y plena si se adapta tanto el espacio público, como sus distintas instituciones públicas y privadas, a cada tipo de discapacidad.
Con respecto a mi educación inicial, primaria, secundaria y universitaria puedo decir que me sentí acompañado e integrado por docentes, alumnos y demás integrantes de cada institución. Pero, de todos modos, pienso que hay que implementar más planes pedagógicos para que los docentes actualicen continuamente sus conocimientos para que alumnos con discapacidad puedan tener una formación junto con personas sin ningún tipo de discapacidad para fomentar la inclusión, como lo establece la Ley de Educación.
En estos cuatro años pude notar que vivir en una ciudad siendo discapacitado no es fácil. Cuando me mudé a Posadas tuve cada día un desafío nuevo. Mis compañeros, con los que vivía, me ayudaban a trasladarme porque algunas veredas no estaban en buen estado, además no todas tenían rampas para bajar con la silla de ruedas y las pocas que había estaban casi siempre obstruidas por un vehículo. Para evitar esto creo que el municipio posadeño tendría que poner más policías de tránsito en las calles para que se cumpla la ley y se multe a las personas que estacionan al lado de una rampa.
Como una persona que vive, desde su nacimiento, con una discapacidad motriz puedo atreverme a decir que, aunque con el pasar de los años los debates sobre la inclusión de personas con capacidades diferentes han tenido avances favorables, todavía queda mucho camino por recorrer para acabar con los miedos y prejuicios inculcados por generaciones pasadas.