La conmemoración fue instituida en 1951 y con el correr de los años fue adoptada por casi la totalidad de los países sudamericanos.
Por si faltaba algo, el símbolo que representa al pescador deportivo también fue creación argenta. La imagen del pescador flaquito que va con su caña y su caja de pesca caminando ágilmente en busca del mejor lugar sin dejar su gorra y la pipa. Esa imagen lleva el nombre de “Perecito”, en homenaje a su creador, el marplatense Leocadio Pérez, habitual colaborador de los programas dedicados a la pesca.
Alguna vez, en el siglo XVII, el diplomático inglés y poeta Henry Wotton, dedicó algunas palabras a ese arte de la paciencia y la tranquilidad: “La pesca es un descanso para la mente, una alegría para el espíritu, una distracción para la tristeza, un calmante para los pensamientos inquietos, un moderador de pasiones, una fuente de satisfacciones que engendra hábitos de paz y de paciencia en todo aquel que la profesa y la práctica”.
Quien se precie de ser un pescador deportivo debe reunir algunas condiciones que lo diferencian de los otros pescadores, ya sean de subsistencia o recreativo: captura un pez sólo con caña y anzuelo, sin utilizar redes, ganchos o armas. Y devuelve el pez al agua con el menor daño posible.
Pero no es lo único, ya que debe respetar las normas que regulan la pesca, interpretar el espíritu de la norma
Se compromete con la conservación de ríos, arroyos, lagos y lagunas donde desarrolla su actividad deportiva; y fundamentalmente es el que puede sobrellevar con dignidad una jornada de pesca pobre; y cuando tuvo una jornada exitosa no se jacta de los compañeros.
Otra de las máximas es transmitir con modestia los conocimientos y estar abierto a escuchar a los pescadores con más experiencias.
Pero los que cargamos cañas, reeles y cajas de pesca también podemos festejar el 26 de enero, instituido en su momento como “Día mundial del pescador”, englobando a todos los que se dedican a capturar peces, incluso aquellos que hacen de ello su modo de vida.