De a ratos parece que este entramado de tantos años está próximo a resolverse y en instantes todo vuelve a complicarse. De esta manera, con estos sobresaltos, pasan los años para Manuel Antonio Manubens Calvet (65), este correntino radicado en Misiones que lleva más de la mitad de su vida esperando que la Justicia le restituya la herencia que le dejó su padre, el hacendado cordobés Juan Feliciano Manubens Calvet, fallecido en 1981, a los 77 años.
Su niñez en proximidades de los Esteros del Iberá no fue fácil pero el resto de su vida también se hizo cuesta arriba, buscando primero su identidad y, luego, la herencia que le dejó el terrateniente.
Los escollos abundaron en el camino pero asegura que su fe en Dios lo mantiene en pie y que su paciencia y tranquilidad radica en que siempre actuó con la verdad y con las pruebas en la mano.
El 27 de julio debió haberse llevado a cabo la última audiencia en la Cámara Séptima de la ciudad de Córdoba pero se suspendió sin las mínimas explicaciones. Aunque, “si Dios quiere -y es lo que espero-, pronto la Corte Suprema de Justicia de la Nación pondrá las cosas en su lugar. Un juicio de treinta años y con las mentiras que contiene, como que a los siete años fragüé un instrumento público, es vergonzoso”, lamentó el conductor radial.
A su entender, “ellos se ensañaron en mi contra, pero no tienen la verdad de su parte. Sólo el rechazo de mi papá, que no los quería. No quería a sus sobrinos como herederos de su fortuna. A ellos les dejaba un pico, una pala y una carretilla, en caso que quisieran tener dinero. De eso también tengo pruebas, documentaciones y testigos, como es el caso de Nilda Zúñiga de Cornejo (80), que vino a casa de Villa Cabello en tres oportunidades. Ella trabajó con mi papá durante 41 años como jefa de administración en la célebre estancia de Pinas -que fuera propiedad de don Lisandro de la Torre- y el resto del “imperio”, escritorio de por medio. No quiero hablar mal de la Justicia cordobesa, pero alguien maneja esto ahí adentro. Todo está supeditado por la corrupción y la impunidad. De lo contrario esto no pasaría”.
Intentando conocer-se
Manuel Antonio Manubens Calvet nació el 4 de agosto de 1953 en la estancia Santo Domingo de la familia de Luis Patri y Nalda Cremonte. Salió de la zona de los Esteros del Iberá a los trece años, aunque dijo que buscó su identidad desde los ocho, “que es cuando uno empieza a acordarse”.
Contó que su abuela era nacida y criada en los Esteros, y que su mamá trabajaba en las estancias de la zona. Los patrones no querían tener a las empleadas con los hijos porque representaban una molestia por lo que “la casa de mi abuela era como la guardería. Yo era el más chiquito. Ella nos criaba, y los que iban creciendo, salían a buscar su norte y a procurar ser alguien en la vida. Salí para aprender aunque más no sea a leer sabiendo que los patrones le decían a mi mamá que solamente la firma tenía que saber hacer”.
Agregó que “escuchaba que mis primos y mis medios hermanos tenían papá y me preguntaba ¿cómo yo no? Cuando pregunté a mi abuela, me hizo arrodillar sobre las raíces de un árbol. Es que para ella era delito, y yo muy chico para cuestionar esas cosas. Cuando cumplí los trece, mamá decidió traerme al pueblo de Ituzaingó. No hablaba en castellano, solamente en guaraní. No conocía un pueblo, mucho menos Córdoba, no conocía un mapa. Hice silencio hasta que crecí un poco más”.
Salir de Tacuruty (que significa en guaraní conjunto de hormigueros), en la Segunda Sección de los Esteros del Iberá, implicaba andar de a caballo durante dos días y pernoctar en la Estancia El Recodo. Al otro día a la madrugada había que salir y dormir en Villa Olivari o apurar al animal y lograr llegar hasta Ituzaingó.
A la familia Patri-Cremonte, terratenientes correntinos, conoció personalmente cuando, ya más grande, trabajando en un supermercado, los despertó de la siesta para averiguar más sobre su padre.
Un primo ya le había adelantado pero, además, tenía en su poder una tirilla del Registro Civil, que es la que entregan mientras se tramita el DNI. “Me la dio mi mamá para salir de los Esteros y para viajar a Corrientes. Detrás estaba el nombre de Juan Feliciano Manubens Calvet, en letra manuscrita, redondeada aunque ya casi ilegible, que aún conservo”, manifestó.
Los docentes de la escuela a la que asistía “me conocieron de chico y supieron mi inquietud. A ellos recurrí cuando me enteré bien dónde estaba mi origen, que no era en Corrientes. Fue así que supe que mi padre venía a visitar a su amigo Luis Francisco Patri, que también era un terrateniente de entre 40 y 50 mil hectáreas. Lo hacía en avión y el piloto era Carlos Manuel Barberán, que también declaró en la causa”, dejando en claro cómo nació la relación entre su padre y su mamá, Julia Valenzuela.
Margarita Woodhouse, quien vivió con su papá por más de 40 años, le explicó que Barberán lo traía a él hasta Santo Domingo y a otros empresarios a San Marcos y Rodeo Morotí, que son zonas a las que no se puede ingresar de otra manera. No era tanto por la amistad con algún estanciero sino por la compra de animales de raza, de tierras -muchas de ellas con espinillos (madera dura) que eran las preferidas. Y “a mamá se conoció en la estancia de los Patri-Cremonte porque ella era la cocinera. En ese lugar se solía quedar varios días”.
Recordó que su primera maestra fue Elda “Juanita” Mosqueda, mamá del actual gobernador de Corrientes, Gustavo Valdéz. También Víctor Oporto Leiva, Argentino Luis Consiglio, y Lilian Benítez de Ponce. Y “pienso cómo se sentirían ellos si yo iba a estar mintiendo, cuando lo que ellos decían era sagrado y había que cumplir. Me emocionan estas cosas porque viví con mi abuela Ramona Maidana, que murió a los 104 años, que me dictaba como tenía que ser de chico. Eso es lo que siempre cuenta a sus hijos: Ricardo, Luis y Anahí, además de Juana -ya fallecida- y a sus nietos.
Una visita a Angeloz
Un día, mientras trabajaba en mesa de entradas de Tesorería General de la Provincia, sonó el teléfono y preguntaron por Manubens Calvet en tono cordobés. “Lo llamo desde la gobernación de la provincia”, sorprendió la voz. Lo invitaba a una entrevista con Eduardo César Angeloz a lo que el interlocutor respondió que consultaría con su abogado para saber si era el encuentro era conveniente. El Dr. Luis Eduardo Cima respondió: “Manuel no crea. Si el gobernador quiere hablarte va a mandar una nota con membrete que diga Gobernación de la Provincia de Córdoba. Es un chiste de mal gusto. Pero desobedecí sus órdenes y fui”. El secretario lo llevó al despacho del caudillo, que estaba solo y se levantó para saludarlo con un: ¿“usted es Maidana, el que dice ser hijo de Manubens Calvet? Invitó a sentarme y preguntó por mi representante. No me creyó gobernador, desobedecí y vine, le dije. Qué poco inteligente es, contestó”, relató, quien en breve podría convertirse en millonario.
Manubens Calvet se mostró “muy tranquilo” durante toda la charla en la que Angeloz ahondó sobre su historia y reveló que lo hizo investigar con la Gendarmería Nacional y con la Policía Federal “hasta bajo de la alfombra. De lo contrario usted no estaría acá. Y le dije sólo la verdad. Si él no se hubiera muerto, se hubiera investigado a fondo y este caso estaría terminado”, lamentó.
Pasó el tiempo y el joven clamaba por el ADN. Como su ruego no era escuchado, se encadenó ante la iglesia Nuestra Señora de los Dolores, en Villa Dolores, a pocas cuadras donde vivía su padre.
Una noche llegó un auto con varios policías de civil y que le preguntaron qué hacía ahí. “Estoy clamando por el ADN y las pericias caligráficas, y me dijeron que venían por parte del gobernador de Córdoba, Ramón Bautista Mestre”, que se encontraba en un hotel de las inmediaciones. Como si la “mala racha” lo persiguiera, el primer mandatario lo recibió pero a los pocos días dejó el cargo para convertirse en Interventor de la provincia de Corrientes.
Esa situación volvió a desanimarlo. Días después escuchó un informativo que decía que el interventor iba a anular más de 300 decretos “del gobernador que se fue. Y eso me asustó”. Con un amigo manejó toda la noche y viajó hacia su provincia natal. Antes de salir de Villa Dolores fue a visitarlo el intendente de San Pedro, Lucas Calvo Turuelo, que le entregó una carta de recomendación para que “Mestre te reciba y te escuche”.
Llegó a destino y fue tras el interventor. “Escuché la noticia y entre esos está mi decreto de cambio de apellido, le comenté preocupado. Me miró y me dijo: Mire joven Maidana, voy a invalidar todos menos tu identidad. Me temblaron las rodillas. Siento que desde que esas dos personas se fueron de este mundo ya no es lo mismo. Tenía las mismas esperanzas en Mestre que en Angeloz”, expresó este devoto de San Miguel Arcángel, cuya imagen bendecida y muy gastada lo acompaña en todas las “topadas”, por recomendación de un sacerdote que le sugirió que lo cargara en el bolsillo “hasta que se diluya porque él es el Rey de la Justicia”.
Grandes extensiones
Al referirse a las propiedades que debe heredar, mencionó a Pinas, con una extensión de 105 mil hectáreas de un paño, que su padre adquirió a Lisandro de la Torre y que la Nación quiso expropiar para hacer un parque nacional. En Río Cuarto posee 25 mil hectáreas con los mejores campos, que ahora están alquilados y que son la mayor preocupación de quienes se disputaban la herencia. En Villa Dolores hay varias viviendas alquiladas, y en Los Cerrillos, que es donde nació Juan Feliciano y donde empezó a hacer su fortuna tiene esparcidos muchos bienes. En Lafinur, San Luis, donde el labró el acta de mi reconocimiento a su único hijo posee once mil hectáreas.
“El campo se llama Don Félix, que era el nombre de mi abuelo. Hay otros de cinco mil hectáreas y el más chico, tendría 500. Compró en Córdoba, San Luis y parte de La Rioja. También se habla que en Corrientes habría algunas tierras”, especuló.
La noticia inesperada
El sábado 21 de junio de 1991 escuchó en la radio AM LT7 de Corrientes que Juan Feliciano había fallecido. No podía creer, y le dijo a Elisa, su mujer, que prestara atención. El lunes fue a trabajar, compró el diario y en la segunda página estaba la noticia. Pidió autorización a su jefa, Graciela Elías de Bistoletti, para tomarse unos días y viajar hasta Ituzaingó para corroborar la noticia. “Busqué un reemplazo, fui hasta el arco e hice dedo con el diario debajo el brazo. Fui a ver a Consiglio. Me senté y le dije: miré la noticia. No vaya a ser que vos sos su hijo. Recibí por toda su respuesta. A partir de ahí ya nadie me paró, sólo Dios podría hacerlo”.
Si bien en la entrevista con Ko´ape evitó hablar del futuro inminente, sobre la resolución del caso a su favor señaló que “lo veo cerca. Confío en la Justicia nacional que va a poner la justicia en su lugar, va a cortar con esta corrupción y esta impunidad. Cuando se limpie todo y salga el sol rutilante para mí -creo que Dios me va a dar tiempo- se va a hacer justicia y presiento que está muy cerca. Cuando todo salga a la luz, será para mi como un nuevo nacimiento”.
“A papá nunca lo vi ni lo traté, primero por pobreza; después porque no tenía DNI -hasta los 22 sólo contaba con la tirilla-, y más tarde porque vine a Misiones y trabajaba en LT46 Radio Bernardo de Irigoyen, luego formé pareja con María Elisa y tuvimos a nuestra primera hija, pero siento como que viví todo ese proceso. No lo pude tocar pero a veces cuando me despierto me río y le hablo. Me llena un poco, me da más esperanzas, y decir que un día esa bendita justicia ha de llegar”, finalizó, quien sigue recibiendo oficios de la Justicia cordobesa a nombre de Manuel Antonio Maidana. “Ya no soy ese. Dejé de serlo el 8 de septiembre de 1999, hace casi veinte años”, subrayó. Mientras, sigue esperando.
“Que me pidan pruebas porque las tengo. Sin ellas no voy a hablar”
“E inclusive adulteraron hasta mi ADN. Fuimos al Centro de Excelencia en Productos y Procesos de Córdoba (CEPROCOR). Nos sacamos la sangre a media mañana y alrededor de las 13 nos retiramos luego de hacer el acta. Dijeron que en tres días se iban a conocer los resultados, pero un par de horas después, cuando volvíamos a Misiones, llegando a San Francisco, a unos 200 kilómetros de la capital, ya lo estaban difundiendo. Entonces supe que había una mano negra”, contó, y agregó que fue el Dr. Gustavo Penacino (bioquímico), quien reconoció la adulteración.