Días pasados llegaron a la mesa de mediación dos hermanos a fin de tratar una situación que los disgustaba mucho respecto al cuidado de sus padres mayores.
La hermana utilizaba un lenguaje irónico, lleno de quejas y un tono de voz alto. No se podía controlar y ante las justificaciones y negativas que esgrimía su hermano se molestaba aún más, por lo que aumentaba el tono de voz y las acusaciones se volvían más fuertes.
Un comienzo caótico, con partes visiblemente alteradas, que se preocupaban más en demostrar su enojo que en explicarlo. Fuimos desenredando de a poco esta complicada madeja de frustraciones, angustias, temores y resentimientos lo que dio paso a la primera escucha de las partes entre sí, que luego de algunas reuniones concluyó con un abrazo interminable y un acuerdo.
Esta situación se reitera, ya sea que se trate de una situación familiar, escolar, laboral o vecinal. Sentir frustración es una experiencia por la que todos pasamos en algún momento de nuestra vida y aunque es un sentimiento que no siempre logramos superar, sí se puede manejar lo que deriva, tal como lo observamos en la mesa de mediación.
Para ello es fundamental reflexionar respecto al modo en que interpretamos lo cotidiano. Sobre todo aquellas personas que continuamente caen en la queja, están al borde del enojo constantemente o tiene una postura negativa ante la vida. En esta interpretación que hacemos de la realidad influyen directamente los pensamientos que tenemos.
Si detectamos que, repetidamente y más allá de la situación que se trate, nuestros pensamientos son negativos o catastróficos podemos interrumpirlos, dejarlos en suspenso y repensarlos desde un lugar más objetivo.
Esto nos permitirá evitar las lecturas distorsionadas de la realidad que veníamos haciendo, que, por otra parte sólo provocan que el malestar se recree una y otra vez cayendo en un espiral sin fin que desestabiliza familias, amistades y relaciones de todo tipo.
Estemos alertas entonces a qué tipo de pensamientos tenemos. Pongamos atención plena en lo que hacemos para mantenernos en contacto con nuestras emociones lo que nos permitirá amar la realidad que construimos.
Colabora
Valeria Fiore
Abogada-Mediadora
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