Cuando regreses encontrarás a una persona más segura, que tendrá miles de “te quiero” guardados para compartirlos a solas o en un momento cualquiera, donde las palabras te busquen nuevamente para confesar aquello que siempre calló porque pensó que nunca le harías falta. Cuando regreses se volverá a encontrar a sí mismo para no volver a naufragar en el llamado de sirenas, para no volver a encallar en piedras que se disfrazan de estrellas en oscuras noches de desconciertos. Se volverá un poeta con mil palabras para expresar todo lo que ha significado tu ausencia y ese frío de no poder verte ni decir nada.
La soledad se hará amiga del silencio y dará paso a esa promesa que alguna vez te hizo de “jamás dejarte ir”, para cuidar lo que le enseñó el verte partir sin tratar de detenerte y pensar sólo un momento que el engaño de aquel orgullo se transformó en un fruto amargo, lleno de desesperanzas mientras te alejabas.
Aquella alma solitaria está sentada en el jardín viendo pasar las horas, mientras observa el lapacho vestirse de flores para recibirte y el zorzal que comenzó a cantar sus mejores melodías, mientras volvió simplemente a renovar el mate sin importar que cuando vuelvas lo prefieras dulce porque todas las mañanas, desde que te has ido, esa yerba se volvió tan amarga sin tener tus manos al cebar.
Tu ausencia le enseñó muchas cosas, incluso volvió a tender la cama para que te envuelvas en las blancas sábanas y recuperes todas estas mañanas en que no te tuvo, cuando te levantabas y tu silueta se dibujaba en la ventana.
Cuando regreses aquel cuarto se volverá a llenar de luz y sus sombras no volverán atraparlo en la cárcel de desgana, donde sólo pensaba en dormir sin importar la esperanza de un mañana o de insomnios que le gritaban, que un adiós era para siempre y que el amor que él soñaba era tan sólo una ilusión desvanecida aquel día que tomaste tus cosas y te fuiste.
Cuando regreses te regalará el sol más brillante que te dará el calor de esos abrazos, que quizás antes no pudo darte y encerrado en sus destellos impedirán que puedas volver a marcharte y guardará en aquel viejo armario todas esas distancias y el tiempo que los mantuvo distantes. Cuando regreses todo se volverá real y no habrá lugar para el recuerdo, tu sonrisa romperá esas inquietas cortinas de silencio, volverán a reír sin motivo al igual que cada vez cuando soñaba que acariciaba con sus manos tu cara.
Cuando regreses, la lluvia tendrá otro significado y los invitará a amarse hasta que el día se vaya y el destino se dé cuenta que lo único que importa es volver a estar el uno con el otro. La noche volverá a dar vida a las caricias que se mantuvieron calladas mientras esperaban sentir otra vez el roce de tu piel sin importarle el motivo de tu regreso.
Incluso volverá a tener valor todo aquello que parecía insignificante, o simplemente ambos ignoraban: como contarse mutuamente los miedos y desnudar aquel sentimiento que ahora podrá decir, pero aún no hay nadie que lo escuche o quizás no le importe.
Tu ausencia le enseñó que, cuando se quedó sin nada, tu sola presencia lo era todo, incluso comprendió el valor que guardaba tu sonrisa, el acariciar tus cabellos o el brillo de esos ojos que quedaron guardados en sus pensamientos, en el fondo de un vaso o en el deseo de una estrella fugaz, que le regaló sólo migajas de esperanza.
Cuando regreses esto que hoy escribo ya no hará falta, porque él te lo dirá con palabras, historias, un beso y un “lo siento”, que siempre les hizo falta.
Por
Raúl Saucedo – Periodista de PRIMERA EDICIÓN
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