Cuentan que algunos cazadores en Birmania utilizan un ingenioso método para atrapar algunas especies de monos. Consiste en fijar al piso jarrones en cuyo interior depositan frutas dulces y aromáticas. Cuando el mono mete la mano y cierra el puño para alzarse con el botín, ya no puede sacarla porque la ha cerrado y ahora no pasa por la boca del jarrón. La única manera de liberarse sería abriendo el puño y abandonando la deliciosa fruta. Perdonar es algo similar a esto.
Perdonar es soltar, dejar ir el dolor, transformarlo en aprendizaje y elegir no tener resentimientos. En los entrenamientos de desarrollo personal que realizamos en la consultora, compartimos esta distinción, muchas personas manifiestan por un lado el deseo de perdonar y por otro, la dificultad de hacerlo.
¿Qué cosas no son necesarias para el perdón?
Perdonar no significa que lo que ocurrió estuvo bien, significa aceptar que lo que ocurrió, simplemente ocurrió. Tampoco significa que hayas olvidado lo ocurrido, ni olvidar lo mucho que dolió, o incluso lo que todavía duele, tampoco significa que tengas que hacer como si nada pasó y mucho menos significa que debas volver a confiar en la otra persona.
Habitualmente el perdón tiene lugar después del aprendizaje.
Que hayas perdonado no significa necesariamente que la otra persona se haya arrepentido o que necesariamente deba estarlo, incluso es posible que lo que te cueste tanto perdonar, no provenga de un error de la otra persona, aunque no te haya gustado lo que esa persona haya hecho.
También puede ser que la otra persona haya cometido una falta tan grave que no sea merecedora de tu perdón, y aun así, podés elegir perdonar.
¿Por qué perdonar?
Perdonar es soltar, dejar ir el dolor, transformarlo en aprendizaje. Decimos que estamos “resentidos” cuando quedamos anclados en un dolor que no podemos o no queremos dejar.
La sabiduría popular tiene un divertido refrán para esto: “El que se quema con leche, ve una vaca y llora”. Como hemos mencionado en la columna anterior, nuestro cerebro es más propenso a recordar las malas experiencias que las buenas.
Si alguien nos hizo daño nuestro cerebro tiende a anclar el dolor con la imagen o el recuerdo y hacernos sentir dolor, bronca y hasta odio una y otra vez, o sea, “resentir”.
* La semana próxima continuaremos con este tema.
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Jorge Kordi
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