El país está tenso y la conflictividad social va en aumento. Llegar a diciembre en estas condiciones y con todo lo que falta aún de crisis se volverá caótico.
El Gobierno y los argentinos estamos urgidos de buenas noticias. El problema es que no se entiende de dónde vendrán.
Con una inflación en dinámico aumento y un dólar inmanejable pensar en mejores escenarios quedará para el próximo año, quizás ahí sí llegue el famoso segundo semestre.
Porque en tierra de brotes verdes arrasados es necesario recordar que nos vendieron otra realidad durante demasiado tiempo. Antes lo hizo el kirchnerismo y ahora lo hace el macrismo.
Llenan los espacios mediáticos con discursos que hablan de que nos están cuidando, de que debemos soportar estas tormentas juntos, pero acá el único que está haciendo sacrificios es el pueblo. Y se nota en todo. La gente cambió los modos de consumo, busca adaptarse a las nuevas realidades, compensa, saca de aquí para poner allá y así vamos yendo. Buscando llegar a ese país que nos prometieron casi todos y cuantos pasaron por el sillón de Rivadavia.
El Gobierno entendió cabalmente ayer que no tiene cintura ni modelo para enfrentar lo que enfrenta. Sea cual fuere el motivo, “pesada herencia” o “turbulencias externas”, está claro que Cambiemos no cuenta con las herramientas y el conocimiento para dar vuelta las cosas.
Lo que duele en ese sentido es que atrás parece haber quedado otra oportunidad para cambiar las cosas, cambiar enserio.
Hoy será otro día bravo en las trincheras argentinas. El dólar hará lo suyo, la inflación le seguirá sus pasos y una vez más nosotros nos pondremos a sacar de acá para completar allá y ver si así llegamos mejor hacia donde se que vayamos.