“Avachi guachu” (maíz grande), “avachi takua” (maíz tacuara), “avachi ju guachu” (maíz amarillo grande), “avachi chî poi” (maíz blanco fino); “avachi ju poi” (maíz amarillo fino), “avachi ovy” (maíz azul), “avachi parakáu” (maíz del loro parakáu), “avachi yvy’i” (maíz de tierra), “avachi tupi chî” (maíz tupí blanco) y “avachi tupi pytã” (maíz tupí rojo) son las variedades de maíz que el pueblo mbya supo cultivar para mucho más que un simple acto alimenticio, pues muchas de ellas son fundamentales para el desarrollo de distintas celebraciones sagradas, actos sagrados que se ven amenazados por la pérdida de estas semillas que un intenso trabajo está intentando volver a producir.
Bajo el nombre Ma´ety, “Morada de las Semillas Nativas”, cuyo objetivo principal es fomentar e incrementar la producción de semillas y crear un banco comunal como patrimonio de las comunidades mbya de la provincia, con apoyo de la Subsecretaría de Desarrollo Territorial, se llevó a cabo la selección de alrededor de ocho tipos de maíz, también de poroto y maní, principalmente con las comunidades de la Zona Norte de Misiones.
En una charla con Ko´ ape, Osmar González contó que “el banco comunal de semillas originarias de los mbya guaraní, con alguna participación de los avá chiripás, una parcialidad minoritaria dentro de lo que es la región, se generó a partir de un trabajo de base con los propios abuelos de la aldea”. Y agregó que “se visitó diversas comunidades, para ver las distintas problemáticas existentes y una de las principales fue la pérdida de la gran variedad de semillas originarias, que además de ser la base alimentaria también es de diversos rituales, por ejemplo, el que se lleva a cabo para nombrar a los niños”.
“Empezamos a ver que comenzaba a haber una ruptura a partir de estas pérdidas, entonces se comenzó a trabajar de manera conjunta desde lo que es la Secretaría de Agricultura Familiar en el área de Desarrollo Territorial con las poblaciones originarias de Misiones, algunas de Paraguay y algunas de Brasil y se logró recuperar algunas variedades de semillas existentes, para luego, a partir de este banco, empezar a distribuirlas pero con un diagnóstico previo de las potencialidades de cada grupo, porque algunos gustan más de la producción, otros el trabajo artesanal, pero es un proceso a largo plazo”, remarcó González.
E hizo hincapié en que “trabajamos con un director de producción que es guaraní, que domina el conocimiento de los procesos productivos y la significación de lo que es la producción no sólo de la semilla sino de la selva, entonces estamos haciendo un trabajo bastante articulado en torno a lo que es el banco y a partir de eso realizamos todo un abordaje territorial con las comunidades, no podemos llegar a todas, son más de 130 en la provincia, pero la idea es trabajar tanto en lo material, en la producción de alimentos y en lo que es la cuestión socio-organizativa y socio territorial de las aldeas, para lo que se suman profesionales de distintas instituciones e incluso de la universidad”.
A largo plazo
Por supuesto todo lleva tiempo. “Este trabajo comenzó hace tres años y la idea es ir sumando comunidades, en principio para el autoabastecimiento de las aldeas, pero en el futuro queremos dar la oportunidad a la participación de las ferias locales con la venta de hortalizas y que puedan generar una pequeña renta, anexado a lo que es el arte indígena, para disminuir así la dependencia del Estado y que puedan fortalecerse”, mencionó González.
Asimismo, se efectuaron capacitaciones a los jóvenes de las aldeas a partir de una tarea “interesante de la Facultad de Ciencias Forestales de Eldorado, a partir de la que se comenzaron a hacer réplicas de plantas como orquídeas”, dijo y subrayó que “hay mucha inclinación en las comunidades a la etnobotánica en general”.
Al punto que se está trabajando también en el desarrollo de variedades nativas de palmitos, básicamente porque desde “Desarrollo Territorial trabajamos con lo que es producción guaraní a partir de una mirada muy específica, con un abordaje productivista y simbólico; tenemos que tener la estrategia de conocer los espacios – tiempos de cada grupo y a partir de eso aggiornarnos para generar las mayores potencialidades locales”.
Y, seguramente, será cada vez más habitual volver a ver manojos de mazorcas secándose, colgados de las vigas de los techos de las casas de las aldeas mbya, pues luego de un tiempo los miembros de estas comunidades guardan los granos de las mazorcas en los hy’akua, calabazas o porongos, para sembrarlos el año siguiente. Es que existe una gran variedad de platos guaraníes preparados con maíz, uno de los componentes principales en la ceremonia del ñemongarai a través del mbojape, el pan que para ellos representa a las mujeres.
Tradicionalmente, cultivaban una chacra durante cinco o seis años, luego la dejaban en barbecho para que el suelo se recuperara y procedían a despejar un nuevo sector de selva. En el presente las chacras se redujeron en tamaño y ya no es tan sencillo migrar, por lo que este trabajo significa mucho más que el simple hecho de recuperar semillas.