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Hoy se cumplen exactamente tres años y siete meses del siniestro vial en el que perdieron la vida Yanina Galarza (20) y Gladys González (27). Por ese hecho está previsto que Gonzalo Slámovits (35) se siente en el banquillo de los acusados. Al decir del expediente, en la mañana del 7 de febrero de 2015 conducía a más de 120 km por hora, con 1,3% de alcohol en sangre, cuando atropelló a las dos mujeres que estaban a centímetros de subirse a un taxi en la exruta provincial 213.
PRIMERA EDICIÓN tuvo la oportunidad de dialogar con la madre de Yanina, quien desde el momento del hecho se transformó en madre sustituta de Justín Joel (6), hijo de Yanina, y de Alejandro Daniel (8) y Tiara Magalí, hijos de Gladys, quien en vida fuera su nuera.
Amalia recibió a PRIMERA EDICIÓN en su domicilio del barrio Los Kiris, donde dio sus impresiones horas antes de asistir al juicio por la muerte de su hija y su nuera.
Focalizó el caso no en la sentencia contra Slámovits “porque no me va devolver a mi hija”, subrayó, sino en “que se haga cargo de mis nietos que quedaron huérfanos de madre”.
La mujer pidió “que se haga responsable de lo que hizo y diga ‘yo voy a ayudarlos’. Ver lo que les haga falta, así como yo ahora ando luchando para darles de comer y vestirlos. Él está vivo, goza de libertad, tiene a su familia, y nosotros nos quedamos sufriendo”, lamentó.
Los Galarza son una familia numerosa. Amalia tiene ocho hijos, pero ello no fue obstáculo para hacerse cargo de sus nietos. Con la ayuda de su marido debió “parar la olla”. Recién el mes pasado empezaron a cobrar el salario por los chicos. La mujer se gana la vida como empleada doméstica, aunque siempre está en busca de un mejor sustento. Con lo que gana limpiando casas compran comida e insumos para cocinar pan casero y bollos, que salen a vender por el barrio y en la feria. “Cuando las criaturas tienen hambre, no se puede esperar”, resaltó.
Amalia relativizó el resultado de la sentencia: “Si ese hombre queda o no queda preso, a mí y a mis nietos no nos sirve de nada, porque sus mamás ya no están. Bueno sería que la Justicia lo obligue a hacerse responsable de los chicos que se quedaron sin nada”. Con dolor relató que cuando hacía poco que Yanina había muerto, “mi nietito lloraba y golpeaba el piso pidiendo por su mamá. Yo ya no podía levantar el teléfono y decirle, vení que tu hijo está llorando”.
Tres años después y con la manutención de sus nietos a cuestas, la abuela contó que ni siquiera cobraron el seguro. Hoy Amalia vive con ellos en el fondo de la casa de su suegra. “Yo ya hice mi vida, pero lo que siempre le pedí a los abogados es que trabajen para conseguir un lugar donde vivan mis nietos. El día que se muera mi suegra y nosotros tampoco estemos más, no sé qué va ser de los chicos”, lamentó.
La mujer deseó que Slámovits “sea útil y se enfoque en trabajar para mantener a los hijos que se quedaron sin madre. Que de alguna forma, a través de la Justicia, le compre zapatillas, ropa, útiles para la escuela. Yo no fui la que mató a mi hija”, subrayó.
Al momento de recordar el tiempo que pasó desde la tragedia, Amalia mostró fortaleza. “Yo me tengo que hacer fuerte para que mis nietos no me vean llorando. Ni siquiera tuve tiempo suficiente para estar al lado de la fosa cuando la enterrábamos, porque tuve que socorrer a mi otra hija que se descompuso. Y enseguida tuve en mis hombros la tarea de mantenerme firme por los chicos. Ese hombre también destruyó la vida de mi hijo”, contó, por el esposo de Gladys, la otra víctima, quien tuvo la difícil tarea de reconocer el cuerpo de su pareja en la Morgue Judicial.
“Él tuvo que ir a reconocer el cuerpo de su mujer que estaba despedazado y también el de su hermana”, recordó Amalia sobre el viudo, quien trabaja como empleado en un lavadero de autos y gana según los vehículos que entren.
Finalmente relató que en aquellos meses la muerte fue una constante en la familia. Primero murió su hermano. Siete meses después, su madre. Otra nieta que venía en camino murió prácticamente en el vientre de Yanina, porque no le habrían hecho a tiempo un cesárea. Tres meses después ella falleció en la avenida. “Con todo ese dolor sobre mis hombros tuve que sobreponerme para criar a estas criaturas. Mi vida cambió completamente”, cerró.