Mató a su vecino, su presunto amigo, hace poco más de un año en el barrio Nueva Esperanza, paraje Santa Inés de Garupá.
Los detalles judiciales fueron concluyentes en contra de Juan Carlos Hupan (51): “Discutió en la entrada de la vivienda de calle Pugliese con Osvaldo Romero (67), lo golpeó y arrastró al interior del inmueble y culminó su accionar con un martillo de mango de madera de 29 centímetros de largo, con cabeza de hierro (…) le propinó seis golpes en la calota craneana, con tanta energía que le provocó múltiples fracturas en minutas (fragmentos sueltos y desplazados) con hundimiento y deformación por efecto cascanueces, que generaron contusión cerebral y politraumatismos gravísimos que desencadenaron el óbito”.
La noche de horror se desató el sábado 22 de julio de 2017 a las 23. Esta semana Hupan decidió no llegar a debate oral ante los jueces Eduardo D’Orsaneo, Martín Errecaborde y Ángel Dejesus Cardozo, integrantes del Tribunal Penal 1 de Posadas, firmó su culpa y una condena de nueve años de prisión por “homicidio calificado por ensañamiento” ofrecida por el fiscal subrogante Christian Antúnez.
La sentencia, a la que PRIMERA EDICIÓN tuvo acceso, fue notificada el martes a las partes, y se arribó tras el expediente elevado a juicio por el juez de Instrucción 2, César Antonio Yaya.
Osvaldo Romero era un changarín de labores pesadas. Cavaba pozos, rompía piedras y se las arreglaba para todo tipo de labor de albañilería. Hupan le destrozó la cabeza, brutal desenlace de una discusión y pelea en la calle. Era su amigo y prácticamente familiar, ya que su hija de 17 años convivía con un pariente directo del atacante.
El encono se desató días previos al dramático final. Romero habría pretendido ampliar su vivienda de mampostería en el asentamiento La Esperanza, paraje Santa Inés, en Garupá. Y la determinación la habría tomado sin importarle que el predio, sobre el que iba avanzar, correspondía a la casa que cuidaba su amigo de 50 años, oriundo de Campo Grande.
No habría entendido razones Romero, y se especula que su intención se transformó en obsesión, una insistencia que derivó en seguidilla de advertencias y reproches porque el sospechoso no le permitía la obra a la persona con la que compartió techo cuando este decidió mudarse a Garupá.
Romero increpó a Hupan, discutieron en tono elevado, se insultaron y tomaron a golpes de puño, y su habitual compañero de tragos desmayó a golpes al changarín, lo arrastró hasta el interior de la pequeña vivienda, tomó el martillo y concluyó el ataque.