
Llegó y se fue de la misma manera. En silencio. Juan Martín Carleris (22) no emitió palabra ayer por la mañana ante la Justicia, que lo investiga por estrangular hasta la muerte a quien en vida fuera su pareja, Natalia Elisa Samaniego (25), y guardar el cuerpo en una heladera durante ocho días en los que convivió con el mismo.
Ante el magistrado Marcelo Cardozo, titular del Juzgado de Instrucción 1 de Posadas y al frente de la investigación, el chaqueño resolvió abstenerse de declarar. Minutos antes, el propio juez le leyó la acusación que pesa en su contra y las pruebas por las que permanece ahora formalmente imputado por “homicidio calificado por la relación de pareja”, delito que prevé una pena de prisión perpetua, es decir, 35 años de cárcel.
Según pudo saber PRIMERA EDICIÓN, Carleris partió minutos después de las 8.30 desde la comisaría seccional Segunda, donde permanece detenido, hacia el edificio judicial de avenida López Torres y Vicente Casares. Allí lo esperaba su representante legal, la defensora oficial Criseida Moreira.
Ante Cardozo y por consejo de la letrada, prefirió el silencio. Minutos antes, el juez le leyó en detalle el relato de los hechos, es decir, la reconstrucción que por estas horas tienen como principal hipótesis los investigadores del caso, quienes apuntan a que Samaniego fue asesinada entre la tarde y la noche del domingo 2 de septiembre, ocho días antes de que todo se descubriera.
Esa fecha surge primeramente de los resultados preliminares de la autopsia. Ese examen -que concluyó además que Natalia fue estrangulada– también determinó que la fauna cadavérica encontrada es propia de un deceso registrado entre ocho y diez días antes del hallazgo, que fue el último lunes 10, alrededor de las 20.
A ese dato científico los detectives le sumaron las declaraciones testimoniales de Teresa Gamarra, madre de Samaniego, quien reveló que la última vez que vio con vida a su hija fue aquel domingo 2 de septiembre, cuando le entregó un ticket para que retirara una heladera de un hipermercado de avenida Quaranta y Tomás Guido. El refrigerador era un obsequio de la familia para la pareja, que hace apenas un mes había decidido convivir.
“Todo cierra”, dicen los encargados de la pesquisa, quienes consideran que ese mismo domingo Carleris habría asesinado a Natalia y, después, envuelto el cuerpo en una frazada y guardado el mismo en la heladera, tras retirar las rejillas internas. Incluso, como la puerta del refrigerador no cerraba, habría atado la misma con prendas de vestir e incluso “rellenado” los espacios que restaban para evitar que el frío escapara del aparato.
Aún no se sabe a ciencia cierta si el sospechoso habría permanecido esos ocho días en el departamento y convivió con el cadáver o, como insiste una teoría, viajó a su Resistencia natal y regresó, quizás por consejo de la familia o de algún abogado.
El último lunes, finalmente, todo salió a la luz. Los vecinos llamaron a la Policía por el fuerte olor nauseabundo que provenía del departamento de avenida Santa Catalina casi López y Planes, a media cuadra del club Huracán. La Policía entró al lugar y descubrió el cuerpo de Natalia Samaniego en la heladera.
Sobre la cama, acostado e intoxicado con clonazepam, fue hallado Carleris. Al lado, la carta que escribió a “Lucifer”, firmada con su nombre y sus iniciales en sangre: “Señor Lucifer, gran señor de las tinieblas, te ofrezco mi alma cuando muera a cambio de que te lleves el cuerpo de mi novia y que no quede evidencia que fui yo quien la asesinó y tener suficiente dinero para todo el mes y seré otro seguidor y adorador tuyo, gran poderoso señor de las tinieblas”.
¿Delirio místico o estrategia judicial? Eso es lo que intentan determinar ahora las autoridades del caso. Por lo pronto, una línea apunta a que será difícil que la defensa argumente algún grado de imputabilidad del sospechoso: para los investigadores, sólo alguien con plena capacidad y comprensión de acción puede ser capaz de esconder de ese modo un cadáver y “cuidar” del refrigerador en un vano intento por evitar la descomposición. La Justicia tendrá la última palabra.