Excelentes maestros argentinos de yoga como Stella Ianantuoni, Horacio Maniglia y José María Ansaldi ponen siempre de relieve que los practicantes de esta disciplina milenaria aprendemos, gradual y prácticamente, que el cuerpo y la mente están interrelacionados como partes de un mismo ser y que, por eso mismo, todo lo que se logre en flexibilidad, revitalización y relajación en lo físico inducirá el mismo logro en lo mental y viceversa; de ese modo vamos despertando la capacidad innata de relajarnos y de experimentar bienestar, tranquilidad y paz mental, tan necesarios en estos tiempos.
Si bien en todas las clases nos relajamos brevemente al final de cada postura y al culminar la sesión lo hacemos de manera más profunda y prolongada, este aprendizaje también se orienta a que podamos aplicarlo cuando sea necesario en el transcurso del día, en caso de sentir fatiga, nerviosismo, confusión, estrés y también insomnio, como vimos en notas anteriores, para preservar nuestra preciosa energía durante la jornada y también para lograr un sueño profundo y reparador.
Habiendo adquirido la práctica, podremos recobrarnos paulatinamente de las tensiones a que nos somete el mundo de hoy y que pueden causarnos diversos problemas de salud. Para eso contamos con los buenos consejos expuestos en la nota anterior, más los que siguen a continuación:
Acostados flojitos, pies ligeramente separados, ojos cerrados, brazos relajados con palmas y dedos hacia abajo posados en la superficie que nos sostiene, con cada exhalación suave y larga vamos transfiriendo a la tierra los enojos, la ira, los pensamientos perturbadores y las preocupaciones.
Acostados del mismo modo, ahora con las palmas hacia arriba, al inhalar nos decimos mentalmente “quietud” y al exhalar “tranquilidad”. Después recorremos mental y perceptivamente todo el cuerpo, por dentro y por fuera, visualizando músculos y órganos mientras les repetimos en silencio “paz”.
Nos vamos sintiendo bañados e impregnados de paz, por delante y por detrás, por arriba, por abajo y a ambos costados, paz, paz, hasta vernos envueltos en un resplandor amoroso, en la luz de la paz. De regreso a la cotidianidad, irradiaremos paz hacia personas y cosas con los ojos, las palabras, los gestos y las acciones.
De igual forma acostados, brazos flojos a los lados con palmas hacia arriba, ojos cerrados, caderas y columna vertebral distendidas, todo el cuerpo se va relajando hasta que gradualmente dejamos de sentirlo, la respiración se va tornando más pausada, la mente aleja delicadamente los pensamientos y comenzamos a visualizar un hermoso día de sol, con el cielo muy azul y la atmósfera muy agradable, sintiendo en el rostro la caricia de una suave brisa…
Frente a nosotros hay un camino… está bordeado por flores de bellos colores y delicioso perfume… Muy relajados e interiormente muy felices, lo recorremos en silencio, gozando de todo lo que nos rodea. Al llegar al final, nos sentamos muy distendidos a la sombra de un frondoso árbol, frente a un majestuoso lago… nos arrullan los pájaros con sus trinos… respiramos lenta y profundamente… placenteramente… sintiendo cómo la energía pura de Dios nos recorre llenándonos de salud y alegría.
Así, reconfortados, nos vamos concentrando en el vaivén respiratorio, tomamos conciencia del cuerpo y abrimos lentamente los ojos, nos desperezamos, estirando tranquilamente los brazos hacia atrás, y nos disponemos a retomar las actividades del día ya con una nuevas perspectivas.
En cualquiera de los casos, tanto en la clase con la necesaria guía del profe, como en estos minutos de recreo en la rutina diaria, al relajarnos podemos percibir conscientemente el flujo de la energía en nuestro interior, que será el tema de una próxima nota.
Además, todos los beneficios de la práctica del yoga que venimos describiendo para una franja etaria correspondiente a la edad madura y activa de las personas, favorecen también con las debidas adaptaciones a niños, adolescentes y adultos mayores, temas que también abordaremos más adelante, porque no hay una edad determinada para disfrutar de la hora del ahora, de la hora de yoga. Namasté.
Colabora
Ana Laborde
Profesora de Yoga
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