Habíamos dicho el domingo pasado que cuando nos relajamos y respiramos concientemente, podemos percibir el flujo de la energía en nuestro interior. Y precisamente, el movimiento armónico de la energía o fuerza vital en el interior del organismo significa salud, porque la salud viene a ser un estado de equilibrio de la energía y porque esa energía de vida deviene en fuerza curativa. Entonces, si tomamos conciencia de la importancia de mantener siempre armonizada nuestra energía, haremos muchos cambios positivos en la vida.
Hipócrates -considerado el padre de la medicina- decía: “Sólo lo que mantiene la salud, cura la enfermedad”. En este sentido, muchos estudiosos modernos coinciden en la necesidad de preservar la energía vital para mantener la salud, sabiendo que la vibrante corriente de energía cósmica armoniza tanto el funcionamiento de las moléculas del cuerpo como la fuerza de la mente.
En nuestra práctica de Yoga, esta energía esencial recorre todos los tejidos y va siendo focalizada con la finalidad de relajar, purificar, sanar y reenergizar -como decía el Profesor José María Ansaldi-, porque la mente se abstrae de la corriente de los pensamientos y dirige concientemente esa energía a la parte del cuerpo que más la esté necesitando. Y en esto tienen mucho que ver los chakras o centros de energía, que como vimos en notas anteriores, vitalizan el cuerpo físico y se relacionan con las diversas patologías que lo afectan.
Aquí hay propósito y voluntad desde la calma y la paz, porque “debemos experimentar la conciencia de la energía cuando estamos relajados y concentrados, y percibirla como expresión de la inmensa y profunda energía que somos”, como manifestación de nuestro campo de energía o aura.
Con la práctica asidua del Yoga, más y mejor energía fluirá en nuestro interior y tanto mejor nos sentiremos física y mentalmente. Hasta podremos concientizar la circulación de la energía en nuestra corriente sanguínea. Y hasta podremos percibirnos más como energía que como materia.
Y si la práctica es cotidiana, aún más se purificará nuestra energía y así, con el corazón puro y la mente limpia, mayor será el optimismo y el placer de vivir, porque esas vibraciones nos facilitarán las cosas, podremos obtener de la vida más de lo esperado y se nos abrirán nuevos caminos.
Pero por lo menos una vez al día dediquemos unos momentos a nosotros mismos, al levantarnos o al acostarnos, examinando nuestro nivel de energía a fin de elevarlo y dejando fluir las energías positivas de la mente para preservar nuestra salud orgánica y mental; porque si bien las actividades y preocupaciones cotidianas nos restan energía y nos van desgastando, “no debemos olvidar que detrás del mundo de los hechos está la energía que genera y moviliza”, nos decía el Profesor Ansaldi y nos sugería el siguiente ejercicio para hacer en casa:
En una posición cómoda, con el cuerpo relajado, nos concentramos en la respiración. Respiramos natural y ampliamente, inhalando con el aire la energía pura y sanadora que necesitamos y exhalando calmadamente todas las impurezas y el dolor del cuerpo y de la mente.
Así respirando, nos mantenemos en quietud unos momentos con la sensación de estar recibiendo fuerza de vida de la única Fuente Universal. Habiendo recuperado el bienestar, nos incorporamos despacito para emprender las actividades si es de mañana, o nos entregamos al descanso si es la hora de dormir.
La práctica habitual de nuestra milenaria disciplina, adaptable a las necesidades del mundo actual y a todas las edades, nos flexibiliza, nos da autoconfianza y nos aporta energía pura, vital y curativa con la que nos energiza al tiempo que nos relaja, porque con sus técnicas podemos recuperar las fuerzas perdidas, cargarnos de prana o energía cósmica, llenarnos de paz y vivenciar sutilmente que “el Yoga es la experiencia de la unión de la energía individual con la energía universal”. Y esa experiencia es simple, profunda y casi instantánea, sucede en tiempo presente, en el ahora de la hora de Yoga. Namasté.
Colabora
Ana Laborde
Profesora de Yoga
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