No solo los hechos contradicen a los anuncios sino que estos muchas veces son negados, muchas veces forzados por las circunstancias.
No creo sea necesario hacer una enunciación detallada de ese desfase entre lo que dice y lo que se hace, porque de alguna manera casi todos hemos sido testigos, por ejemplo, de las antípodas existentes entre las promesas de campaña y las decisiones asumidas ya gobierno. Pero resulta más preocupante que esas “picardías” de los sectores de poder ajenos al Estado –pero cercanos a la alianza gobernante– tomen decisiones que ignoran las disposiciones del gobierno y lentamente lo vayan recluyendo a un mero papel formal e intrascendente.
Un protagonismo que se desdibujará aún más tras los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que van a alimentar un feroz endeudamiento externo que solo servirá para pagar los intereses de esos mismos créditos o la avalancha de la especulación financiera.
Constituye una vergonzosa cesión de soberanía económica en una experiencia que terminará como ya conocimos en los años 90 y que es hoy presente en la suerte de Grecia que está empantanada en un retroceso que parece ir profundizándose en lugar de resurgir y crecer como prometen las recetas allí aplicadas. Para más, aquí ya comienzan a aparecer funcionarios designados desde el FMI para manejar las finanzas y seguir favoreciendo al sector más poderoso.
Lástima por lo que se viene, nos tocará y heredarán nuestros hijos y nietos consecuencia del “mejor equipo de los últimos 50 años” e incapaz de corregir una sola de las variables económicas. Salvo, por supuesto, el de brindar mayores ganancias a las grandes empresas y sectores privilegiados, y a una especulación financiera que desencadenó la brutal crisis cambiaria que hoy padecemos –en medio año duplicaron el precio del dólar, por ejemplo–.
Se suele decir que las crisis son ocasión para las grandes oportunidades, pero creo que para aprovecharla se necesitan gobernantes capaces y honestos, no corruptos.
Alejandrino Rojas Schmid
Posadas (Misiones)