
Son sobrevivientes. Mujeres que se encontraron con el diagnóstico de cáncer de mama, lo vencieron y hoy son la prueba de que se puede, de que al cáncer se lo vence, de que las ganas de vivir, pese a todos los contratiempos, a las largas y duras sesiones de tratamiento, siempre pueden más. Y hoy, tienen un motivo más por el que festejar: celebrarán el día de la madre rodeadas del amor de sus familias y sabiéndose sobrevivientes de esta batalla que nunca les sacó la fe ni mucho menos la sonrisa.
Raquel Fernández es una de ellas. A los 40 años había leído en una revista sobre la técnica de la autoexploración mamaria. Desde entonces, de vez en cuando, solía palparse las mamas. A los 41 comenzó con las mamografías de control hasta que una noche, a sus 46 años, en uno de esos autoexámenes sintió “como una granito de arroz que estaba en el cuadrante interno de mi mama y se movía”, recordó a PRIMERA EDICIÓN. Se asustó, habló con su marido y sacó turno con su médico. Estuvo tres meses entre control y control y ese nodulito comenzaba a dolerle. Llegó la intervención y cuando se lo extirparon, ese granito de arroz ya medía más de un centímetro. “Me hicieron la biopsia y era un carcinoma”, señaló. En esa misma intervención vaciaron de ganglios la axila para ver si había hecho metastásis, resultados que volvieron negativos. Comenzó el tratamiento, una nueva cirugía, quimioterapia, radioterapia. “Fue un año muy difícil”. Salió adelante, con controles periódicos, hasta que a 12 años de ese episodio un nuevo revés: tenía metástasis en los huesos. “Seguí estrictamente todo lo que la oncóloga me ordenaba hacer, con una actitud siempre positiva, con mucha fe en Dios que fue lo más importante. Soy muy cristiana y creo que Dios fue quien me sanó y usó a los doctores como instrumento”. Hace tres años que la metástasis está detenida. “En los análisis me sale ‘sin actividad’. Le doy toda la gloria a Dios”.
En junio de este año, Nidia García cumplió 12 años de sobreviviente. Un día, sin mucha conciencia de que se estaba explorando, se tocó un punto sobre el pezón de una mama. Esto fue en enero de 2006. “Al tener displasia mamaria siempre me controlaba”. Esperó a mayo de ese mismo año para un nuevo control y el nódulo que se había sentido ya tenía 2,5 centímetros. Comenzó el tratamiento: cirugía, quimio, rayos, otras 48 sesiones preventivas de quimio, la pérdida del pelo. “Tranquilamente sobrellevé todo eso, con actitud positiva y confiando. Me ayudó muchísimo la fe” y esa es una enseñanza que repite. “Hay que tener una actitud positiva, con confianza y fe de que van a salir adelante. Si recibo el mejor tratamiento pero mi ánimo decae no estoy colaborando, la actitud es lo que vale”. Obviamente la primera sensación fue de angustia porque “tenía una hija menor de 15 años”, pero el tratamiento surtió efecto y “gracias a Dios y a la ciencia pude salir adelante”. “El cáncer de mama tiene que ver con el stress, la vida sedentaria, mucho trabajo. Yo no tenía ningún tipo de distracción, era docente y trabajé en un diario 23 años. Tomé conciencia de que hay que distenderse”. Esa es otra enseñanza que legó a sus dos hijas mujeres. “El cáncer de mama es un aprendizaje, si te dio y no cambiaste tu estilo de vida para qué te dio. Es un llamado de atención”.
En una de esas largas sesiones de quimio, Nidia conoció a Graciela Depetris. “Yo no me hacía controles, sólo iba a la ginecóloga para los estudios que se usaban en mi época”, dijo entre risas por sus “78 abriles”. Un día, la doctora le dijo que le iba a revisar las mamas y “le dije ‘para qué’”. En ese examen, la médica “me encontró una dureza enorme” y pidió estudios, todos en carácter de urgente. Esto ocurrió hace 11 años. “Yo trabajaba, trabajaba, trabajaba…”, recordó Graciela. Con el diagnóstico fue a la médica oncóloga Nora Krause quien le advirtió que el tratamiento sería duro y lo comenzó. En una de esas sesiones se conoció con Nidia. “Hace 11 años, cuando tuve este diagnóstico, la enfermedad no estaba en la agenda pública como ahora”, señaló y remarcó el principal mensaje “lo importante es la cuestión positiva” y “también bajar un cambio, no ser la mujer maravilla, aprender a decir que no”.
Raquel, Nidia y Graciela forman parte del Grupo Lazos que se reúne todos los miércoles a las 17 en La Casa de la Mujer y brindan contención a quienes tienen un diagnóstico reciente o guían a quienes tienen sospechas. “En octubre nos movemos para mostrar que si nosotras pudimos cómo no van a poder. Les decimos que vayan a hacerse los estudios, no siempre va a dar un resultado de cáncer y si es cáncer se puede salir, como salimos nosotras”, cerró Raquel, la coordinadora.