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El domingo 18 de octubre de 1998, tras festejar el día de la madre, Hilda García (23) regresó a Posadas. Sería la última vez que su familia la vería con vida.
Estudiaba para contadora pública y su carrera era prioridad. También lo era el coro del pueblo, del que orgullosamente formaba parte desde muy chica. Por eso el miércoles siguiente, el 21 de octubre de ese año, decidió regresar a su querido 9 de Julio, porque ese coro viajaba a un encuentro en Brasil. Nunca llegó.
Ya al caer la noche y mientras viajaba a bordo de un colectivo, fue asesinada en forma cobarde por un asaltante. Sin embargo, instantes antes de morir, Hilda salvó a los 25 pasajeros, al guarda y, por esas cuestiones extrañas del destino, también a quien le efectuó el disparo y a sus dos cómplices. Esa secuencia duró apenas segundos y quedó grabada en la retina de los testigos para siempre.
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Al llegar al kilómetro 1.507 de la ruta nacional 12, entre El Alcázar y Caraguatay, uno de los delincuentes que se hizo pasar por pasajero le disparó al chofer, quien murió en el acto. El colectivo quedó sin conductor y cambió bruscamente de carril hacia donde venía un camión cargado con raleo. Hilda, que estaba sentada en el primer asiento, por acto reflejo se levantó, tomó el volante y lo hizo girar para evitar el impacto de frente con el otro vehículo de carga.
Fue allí que lo inexplicable se produjo. El ladrón armado le disparó a la joven, quien falleció casi en el acto. Las noticias de la época narraron que los tres delincuentes obligaron a uno de los guardas a llevar el micro hacia una zona de monte, donde desvalijaron a los pasajeros y huyeron.
El tiempo pasó. Pero para su familia, la muerte de Hilda duele y seguirá doliendo como si hubiera sido ayer. Por ello PRIMERA EDICIÓN los contactó. La familia accedió a recordarla, para que su acción no quede en el olvido y demostrar que su vida no fue en vano.
Multiplicar
La madre de Hilda, Alicia Palke (67), contó que tras la muerte de su hija entró en una profunda depresión, de la que -estaba segura- no iba a poder salir. “Es mucho el dolor, nos sentíamos muertos en vida. Hasta pensé en agarrar una mochila e irme, no sé a donde, pero irme. Siete años de llantos, todos los días. Mi marido, Joaquín García (70), se enfermó y tuvo que dejar el negocio, una gomería y transporte que funcionaba acá enfrente de mi casa. A mí me pasó lo mismo, tuve que empezar tratamiento oncológico, cáncer de mama y de pulmón. Cuando nuestras fuerzas estaban a punto de terminar, entonces nacieron mis nietos, ellos ahora son mi razón para seguir adelante, pero el dolor por la pérdida de Hilda siempre seguirá”.
La mujer contó que la muerte de su hija marcó un antes y un después, no sólo en su vida. “Además de mis cuatro nietos, fueron los mismos pasajeros e incluso los familiares de ellos los que me dieron fuerza para seguir. Un hombre nos traslada en su vehículo cuando lo necesitamos, y lo hace porque, según él, siempre va a estar agradecido de lo que Hilda hizo. Nos dice ‘ella salvó a mi papá… ¿cómo yo no voy a hacerle favores a ustedes?’. También me vino a ver la hija del chofer que ellos mataron, quien tenía siete años cuando todo sucedió. Nos abrazamos, y me dice ‘siento a mi papá cuando estoy con ustedes’”.
La vida reencontró a Alicia con las personas que su hija salvó. “Con el tiempo se acercó gente que viajaba en ese colectivo y me contó sus historia de vida. Una señora que estaba embarazada, un músico folclórico que viajaba a Irigoyen, una empleada del hospital donde hago tratamiento, el mismo guarda que viajaba esa noche y con el que me encontré cuando viajaba a conocer a uno de mis nietos cuando nació. Tampoco me olvido de una señora de Dos Hermanas, quien me contó que Hilda murió prácticamente en sus brazos porque viajaban juntas en los asientos de adelante. Todos y cada uno de ellos nos agradecieron por lo que Hilda hizo. Ella entre tanta muerte y salvando a tantas personas simplemente multiplicó vida”.
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Sueños truncados
Hilda estudió en la primaria de la Escuela Provincial 171 de 9 de Julio y terminó la secundaria en la Comercio de Eldorado. Luego comenzó a estudiar para contadora pública en la Facultad de Ciencias Económicas de Posadas.
“Hacía los libros del negocio del padre, los llevaba muy bien. Estaba muy entusiasmada con sus estudios y a la vez enseñaba música. Tenía varios alumnos. Estaba preparando su tesis para el conservatorio, aún tenemos ese trabajo que ella misma encuadernó y escribió a mano”.
Alicia muestra a este Diario los cuatro tomos (uno por cada año) que preparaba su hija como tesis final. Incluso, correspondencia con músicos de Alemania y otros países de donde le enviaban material.
“Al momento de ocurrir lo que ocurrió, ella alquilaba en Posadas, compartía con compañeras y conocidas, quería recibirse y tenía muchos proyectos, entre ellos poder ayudarnos en el negocio, que estaba en su mejor momento. Tenía facilidad para los números y no tenía novio, ella era más de vivir libre. Justo para esa fecha se casaba su mejor amiga, vecina de al lado, e iba a ser la madrina de casamiento. No pudo ser”, recuerda Alicia.
Sobre los autores del hecho, sólo se supo el nombre de uno de ellos. Cándido Colman Garcete fue detenido en Paraguay en 2002 y extraditado a Misiones, donde recibió una condena a perpetua. Después de eso, se le perdió el rastro.
Nunca sola
“Tuve tres hijos, Hilda era la del medio, el más grande es Roberto, quien vive en Entre Ríos, y la más chica es Carina”, aclara Alicia.
“Ellos me dieron cuatro nietos, cuatro sobrinos que no pudo conocer Hilda, dos varones de 7 y 12 y dos nenas de 11 y 16. Si no fuera por ellos…no sé que hubiera pasado, tanto mi marido como yo entramos en una profunda depresión”, relata Alicia, quien pese a padecer una grave enfermedad con la cual lucha día a día demuestra una enorme entereza al recordar a su hija.
La mujer muestra a este Diario los álbumes de fotografías donde se puede ver a Hilda junto a sus amistades. “Acá cuando era chiquita, con trajes típicos y ya cantando y tocando instrumentos; en su comunión; otras con sus maestras, profesoras, amigas de la secundaria; los viajes de esa época; la recepción, cuando se recibió en quinto año. Era muy amiguera, en sus fotos nunca salía sola, siempre con sus amigas”, enumera.
Destino
“Yo siempre le decía que no se siente adelante en el colectivo, que es riesgoso, pero bueno, por el testimonio de la mujer que se sentó con ella creemos que lo hizo porque la habrá visto subir y prefirió viajar con alguien conocido, y entonces se sentó a su lado. Cuando las cosas van a pasar, pasan. Nunca vamos a entender por qué hicieron lo que hicieron. Ella hizo algo bueno, no se le hace eso a gente que hace cosas buenas. Ese hombre al que no quiero nombrar primero mató al chofer y luego cuando ella tomó el volante y evitó lo que iba a ser un desastre, también le disparó a ella”, recordó Alicia.
Hilda, a criterio de su familia, tenía la virtud de aprovechar cada oportunidad para aprender. “Desde chica quiso manejar y aprendió con un camión, ni más ni menos. Esa experiencia seguramente sirvió para que aquel trágico día tomara el volante del colectivo y ademas de estabilizarlo lo desviara a tiempo, porque se había cambiado de carril e iba de frente contra un camión”, precisó su madre, quien se resiste a olvidar más allá de los veinte años que ya pasaron sin su hija.
Fue una heroína. Un ángel para las 25 personas a las que salvó entregando su propia vida.