La codependencia tiene lugar en las relaciones interpersonales. Es una manera de pensar y accionar totalmente disfuncional que provoca un gran dolor emocional.
La persona codependiente se enfoca en una única persona. Muchos crecieron al lado de padres o cuidadores que no les dedicaron demasiada atención. Tal es el caso de algunos adultos que no concurren a ninguna actividad de la escuela de los chicos y que no están a su lado en los momentos más importantes de la vida.
Quien no fue reconocido ni valorado en la niñez, por lo general, de grande se convertirá en alguien codependiente. Es decir, “adicto a la aprobación y aceptación de los demás”. El codependiente tiene la creencia de que sin el otro/la otra, no puede vivir. Esto se debe a que nadie ha creído en su maravilloso potencial interior y, como resultado, no le ha transmitido expectativas. De esto se trata el ser validado.
Es fundamental para todo ser humano el ser validado desde una temprana edad, en especial, por su familia.
La validación que recibimos de aquellos que tienen un rol de autoridad en nuestras vidas puede dejar una marca positiva o negativa permanente en nosotros. ¿Qué mensaje necesita recibir un niño pequeño de sus padres? Que ellos lo aman y están disponibles para él o ella.
En la adolescencia el mensaje fundamental que precisa el joven es que sus padres le tienen confianza, que creen en él o en ella. Esta es una etapa especial de construcción del yo en la que el adolescente cuestiona las palabras y las acciones de los grandes y va probando si lo que le dicen y hacen es verdad. Dicha prueba y error lo acompaña todo el tiempo más tarde en la vida, cuando ya es un hombre o una mujer.
Cuando uno empieza a decidir por sí mismo, el mensaje de sus padres tiene la fuerza de habilitarlo o deshabilitarlo. Que alguien (sobre todo nuestros primeros cuidadores) confíe en nosotros no solo nos transmite entusiasmo y deseos de vivir sino que aleja todo rasgo de codependencia, es decir, de creer que necesitamos desesperadamente del otro para vivir.
La confianza del otro se convierte en autoconfianza y nos empuja a arriesgarnos creyendo que somos capaces de lograr todo lo que nos propongamos.
Si tus padres o tus superiores poseen un alto concepto de vos y te lo comunican de diversas maneras, muy probablemente acabarás teniendo no solo autonomía de carácter sino además un desempeño alto en todo lo que hagas.
Esto es lo que se conoce como la “ley de la expectativa”. Por el contrario, cuando desconfían de tus capacidades, muy probablemente los resultados que obtengas serán negativos y dependerás de otros para tomar decisiones y actuar.
Si no fuiste validado de chico, nunca es tarde para repararlo. Necesitarás hacer las paces con vos mismo y ponerte un diez a vos mismo. Es decir, encontrar el aspecto positivo que hay en vos y centrarte en ello. Validar es una decisión que mantiene nuestra salud emocional y nos libera de la codependencia. Cuanto más grande es la confianza que deriva en autoconfianza, mayores serán los logros producidos.
Colabora
Bernardo Stamateas
Doctor en Psicología, Sexólogo Clínico, Escritor y Conferencista Internacional.