Bajo esa tesis es que esta columna hace foco hoy en el cuidado de los animales, los domesticados y los que no lo son.
Hace apenas algunas horas fue liberado un gato onza que debió ser tratado de urgencia tras ser atropellado y abandonado para que muera en una ruta misionera.
Y también por estas horas un perro al que abandonaron por meses sin alimento y sin agua lucha por su vida asistido por dos destacables veterinarios de Eldorado.
Los dos casos dicen mucho sobre lo que somos. Una sociedad no puede construirse ni crecer en valores si en palabras se define solidaria y en acciones mata y deja morir horriblemente a sus animales.
De manera alarmante se saben hoy más que antes de casos de abandono animal, de desprotección de perros y gatos, de riñas de gallos, de caballos inyectados y estimulados, de muertes horrendas nada más que para ser grabadas y subidas a la red. Y es alarmante porque hoy se sabe de ello gracias a la dinámica de Internet y las redes sociales, pero a la luz de los acontecimientos los casos siempre estuvieron allí.
Si no educamos a nuestros hijos en el cuidado de los seres vivos, poco podremos esperar de ellos en el futuro.
La sociedad en la que vivirán quienes hoy estamos instruyendo está condenada si no les proveemos de la sensibilidad sobre lo que nos rodea.
Una vez más, la educación comienza en el núcleo más básico y original: nuestros hogares.