
El tribunal de alzada de la localidad española de Huesca rechazó imputar por negligencia a la misionera María Alejandra Benítez (32), madre de la niña posadeña Naiara Briones (8), luego que su hija falleciera tras una sesión de torturas y golpes que le propinó su “tíastro” el 6 de julio de 2017.
La decisión fue tomada tres semanas después que se conociera que la suerte de los imputados en el caso se resolverá a través de un jurado popular.
La jueza de Instrucción 1 de Jaca había resuelto el pasado 18 de octubre que el debate fuera dirimidos por esa vía. Además, al momento de comunicar esto, había fijado audiencia para el próximo 13 de noviembre, para que las partes puedan concretar la imputación, solicitar el sobreseimiento o pedir más pruebas.
En la causa hay tres imputados. El tío, su madre (abuelastra de Naiara) y el padrastro de la niña. La fiscalía acusa de “homicidio simple” al supuesto autor de la muerte y a los restantes como partícipes de “maltrato habitual” contra la pequeña.
Manuel Briones, padre de Naiara, se había presentado como querellante en el expediente y había solicitado que Benítez también fuera acusada del delito de maltrato contra su hija. Esto fue rechazado en primera instancia, dado que la jueza no halló pruebas contundentes acerca de golpes hacia la niña de parte de su madre.
Naiara nació en Posadas y su madre es oriunda de Candelaria. Ya separada de su marido, María Alejandra viajó a España en busca de una nueva vida. Allí entabló relación con quien se convirtió en padrastro de Naiara. Se casó y tuvo dos hijas. La familia española nunca había aceptado a Naiara porque “no era su sangre”. En ese círculo familiar se encontraba la pequeña antes de encontrar la muerte.
Su tío era estricto en las exigencias para que estudien sus sobrinas. Según el expediente, éste entró en la cocina donde estaba Naiara para comprobar si había copiado veinte hojas de la lección que le habían dado el día anterior, obligándola a estar toda la noche de rodillas con piedras debajo.
Cuando la pequeña le dijo que no, le empezó a propinar golpes y a aplicarle descargas con una raqueta eléctrica. Tras desmayarse por las brutales agresiones, la metió en la bañera, pero la niña no dejó de sangrar, por lo que mandó a sus dos sobrinas que la limpiaran y recogieran todos los restos de tortura, los cuales fueron hallados en la basura por la Policía. La menor murió 30 horas después en un hospital y desató indignación mundial.