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De acuerdo a fuentes consultadas, el polémico partido se jugó el domingo, después del superclásico Boca-River.
Promediando el cotejo, Gerardo Marino, jugador de Cataratas (que se enfrentaba a un club de Ciudad del Este, Paraguay) cometió la quinta falta y debía abandonar el rectángulo.
En ese momento, mantuvo un entredicho con uno de los árbitros brasileros, policía de profesión, quien lejos de calmar la bronca, perdió el control y, según varios testigos en declaraciones periodísticas y en redes sociales, decidió buscar en su mochila la pistola reglamentaria, una nueve milímetros, con al que habría apuntado al basquebolista.
El dramático momento se produjo frente a todo el público presente, inclusive niños.
Marino, aseguró que temió por su vida y que no podía creer lo que protagonizó: “Jamás me imaginé que un árbitro podría reaccionar de esa manera. Tuve mucho miedo, por mí y por la gran cantidad de gente que había en el estadio”.
En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, Marino ratificó su versión: “Fue un momento de terror, no soy un mafioso para que me apunten con un arma y me exija que me arrodille para que le pida perdón”.
“Si no intervenían mis compañeros y hasta los jugadores del equipo rival, se habría desatado una tragedia. Todavía hoy (por ayer) sigo shockeado, no sé qué tengo que hacer, pero quiero que esto se solucione de la manera que lleve calma a todos, no sé cómo pero que sirva para curar”.
Según fuentes de este Diario, hoy los dirigentes de Cataratas tomarían una decisión en una reunión de comisión directiva.
No se adelantó si acompañarán una denuncia penal en la jurisdicción penal de Foz, lo único que dan por prácticamente confirmado es que no volverán al certamen.