¡Hola queridos amigos! La semana pasada vimos 2 herramientas valiosísimas para que, al implementarlas en nuestro diario vivir, vayan mejorando nuestro pensar y por lo tanto nuestro sentir.
No terminaré nunca de repetirles la importancia de que, en este especial momento de la historia de la humanidad, el ser humano en su evolución hacia un ser angelical, deba girar su manera de pensar y dejando al hombre viejo atrás, haga un salto cuántico para alcanzar su divinidad que le pertenece, sólo que lo había olvidado.
Leí recién en una página que se llama HermandadBlanca que, para hacer la meditación de la luna llena de Sagitario del 23/11/18, (y desde ahora en más) están a nuestra disposición las nuevas energías de benevolencia, ya que en épocas pasadas este signo estaba representado por el Centauro, el inseparable hombre animal y en la actualidad, la evolucionante humanidad está simbolizada por el arquero sobre un caballo blanco, liberada y controlando la naturaleza animal.
El arquero, la conciencia humana liberada, indica el sentido de dirección: la trayectoria recta y precisa de la flecha, el poder mental y de la aspiración hacia una meta superior. Siendo la clave de Sagitario: “Veo la meta, alcanzo la meta y luego veo otra”.
La energía que fluye a través de la constelación de Sagitario a nuestro sistema solar, a nuestro planeta y al centro de conciencia que llamamos humanidad, estimula las cualidades humanas del idealismo y de la intuición.
Domingo a domingo he ido entregando métodos para ayudarlos a acceder a este pensar diferente. Quisiera decirles que ninguno invalida al otro y que todos aquellos que les entrego, he probado previamente en mí su accionar inmediato y efecto remanente y como me gusta darles ejemplos para la mejor comprensión de esto, les contaré lo que acabo de vivir.
Salíamos con mi marido para el campo con los nervios clásicos de la partida, de la sensación de que te olvidas algo y no sabes qué, y fue esa sensación la que suscitó la discusión correspondiente trayendo a colación rencillas previas donde decimos lo que no sentimos, o sea que permitimos a la loca mente adelantarse con sus reacciones al manso corazón.
Esto hizo que yo me sumiera en un silencio absoluto y él que acelerara la marcha; después de unos cuantos kilómetros devorados mi corazón empezó a ganar la batalla mientras venía leyendo mis propios apuntes y de pronto salta a mi vista una enseñanza del método Hoponohono que decía cómo aplicarlo para casos de pelea y que las frases repetidas con el corazón tienen la capacidad de borrar el error y las memorias que nos llevaron a esa situación.
Fue ahí que tomé conciencia de que esa energía negativa que enviamos al Universo, iría revolucionada a recaer en nosotros o en cualquiera y tomé conciencia de mi responsabilidad, mayor aún al saber todo esto que sé y que se los voy trasmitiendo, de sus consecuencias, por lo que empecé a decirle mentalmente a mi marido:
“Lo siento, perdóname por la parte de mí que nos hace repetir sistemáticamente pensamientos tóxicos, pautas mentirosas y emociones negativas que provienen de nuestros ancestros, vidas pasadas y experiencias tempranas de nuestras infancias”.
Al ir repitiendo esta frase entré muy profundo dentro de mí, quedando totalmente ensimismada, estado del cual fui sacada por los bocinazos y la reducción brusca de la velocidad en que veníamos y al abrir los ojos veo un perro que cruzaba la ruta y en menos de un instante me vino la total comprensión de cómo se mueven las energías según sean nuestros movimientos mentales, los cuales nos arrastran a experimentar emociones indeseadas.
El perro era el ser que había ofrecido su vida en vez de la nuestra, al igual que Dios permite cambiar a Abraham a último momento la ofrenda de sacrificio de su hijo por el cordero, para expiar en él esas energías emocionales desordenadas, pero al haber hecho yo el movimiento mental correcto y contrario al que venía sosteniendo para contrarrestar las consecuencias, la gracia nos permitió que la reducción de la velocidad sea la suficiente como para desviar al animal y no volcar, y le diera tiempo para que siguiera en el camino inverso al que tomamos nosotros para desviarlo, lo cual salvó su vida y las nuestras.
Como la casualidad no existe y sabiendo que todo es causalidad, es decir que toda “causa tiene su efecto”, agradezco a Dios el haberme dado esta herramienta en el momento justo para poder borrar esa información incorrecta que habitaba en nuestro inconsciente y evitar de esta manera los “efectos” catastróficos que había desatado la “causa” original, o sea la pelea.
Colabora
Graciela del Carmen Zaimakis de Abraham
EscritoraTambién en FB.
Escuela de Pensamiento