
Las historias se escriben con tinta, se perpetúan en las páginas de los diarios, se replican y viralizan en las redes sociales. Sin embargo, como bien se sabe, estos no son los únicos canales ni las únicas formas de contarlas.
Una de ellas, no menos tradicional, es el Braille. Este sistema de comunicación permite que conozcan el mundo, o lo cuenten, aquellas personas que han perdido la visión.
Tres de esas miles de historias se pueden encontrar en el Centro de habilitación y rehabilitación de personas ciegas o con baja visión “Santa Rosa de Lima”, conocido popularmente como “Centro del ciego” de Posadas. Silvana Verón, Marcelo Hassenrück y Francisco Escunbarti son los protagonistas. Ellos cuentan historias desde ese sistema que permitió una conexión con el mundo que no ven y viceversa.
PRIMERA EDICIÓN los visitó en su taller de Braille, en el Centro. El momento también fue especial: era el día del acto en conmemoración a Louis Braille, creador del sistema que usan para comunicarse.
“Queremos valorizar a estas personas que, a pesar de muchas dificultades, siguen adelante. Nosotros a veces no tenemos ningún problema físico pero nos preocupamos por todo. Sin embargo ellos la luchan día a día”, señaló su maestra de Braille, Noemí Aguirre, a este Diario. “Son historias de superación. Son tres historias unidas por el Braille”, agregó.
Francisco, el aprendizaje tras el dolor
Francisco Oscar Escunbarti tiene 54 años y hasta hace cinco, cuando la diabetes le arrebató la visión, era policía. Recorría la provincia desde su trabajo en la Dirección de Comunicaciones y “por ahí uno no se cuida al 100%”, reconoció a PRIMERA EDICIÓN.
La diabetes es una enfermedad rara porque no tiene síntomas ni dolores, sin embargos hace estragos. “Primero empecé a ver como en un túnel, después colores raros y después perdí totalmente la visión. El doctor me dijo que no tenía arreglo”, recordó.
El diagnóstico, glaucoma. No fue nada fácil. “Me encerré, me deprimí mucho, me costó salir”, aseguró. Para colmo, cuando perdió la visión le debieron poner dos stent y además empezó con sesiones de diálisis. “Se me complicó mucho”. Con el apoyo incondicional de su familia, su esposa y sus tres hijas, pudo salir adelante. “Mi familia es mi refugio”, aseguró.
Recién hace dos años comenzó a asistir al Centro del Ciego. “Yo sabía la existencia de este lugar. Como policía vine muchas veces pero ni en mis peores pesadillas pensaba que podía pasarme a mí”, se sinceró.
Comenzó con Braille desde el principio y este año va a clases con la profe Noemí. “Yo, por suerte, entendí de entrada”, dijo el expolicía que diseñó un nuevo prototipo de enseñanza del Braille y la idea es replicarlo y donarlo.
“Para entender más fácil me prestaron un tablerito que había dejado acá un participante, pero era muy endeble, muy delicado. Entonces empecé a idear algo que me pueda servir no sólo a mí sino también a los niños, porque había participantes que les costaba entender”, señaló.
“Creó un macrobraile que es lo que nosotros usamos para enseñar el Braille a los niñitos cuando recién comienzan. Es una innovación porque si bien existen otros modelos, el de él es fabuloso”, remarcó Noemí.
En su casa armó el primer prototipo con machimbre, como se astillaba, comenzó a idearlo con otro tipo de madera en las clases de carpintería del Centro. El mismo tiene tres paneles que simulan los de Braille con los seis agujeros donde se colocan bolitas y “en el mismo lugar uno puede escribir varias letras, todos los números y el abecedario. Las bolitas son lo más parecido al relieve de la escritura Braille”, indicó su creador.
La intención de Francisco es hacer varios “porque el costo es mínimo”, ya que son todos elementos reciclables y además porque “lo ideal sería que cada chico que esté aprendiendo tenga un tablerito así para entender más fácil”, aseguró.
“Es una manera de enseñar después de todo lo que pasó”, afirmó este hombre que agradeció profundamente a la gente del Centro por la dedicación y la paciencia que tuvieron con él durante estos dos años.
“Hay que resaltar la solidaridad y la paciencia que nos tienen. Acá es un lugar donde no sólo te enseñan, sino que también te ayudan y te brindan contención. Son muy buenas personas”.

Silvana, a la escuela el año que viene
Silvana Verón está ansiosa y entusiasmada: el año que viene comenzará la escuela. Los hechos que la llevarán a las aulas en 2019 comenzaron cuando era muy chiquita, cuando estaba en la panza de la mamá. Por una mala medicación cuando corrían los tres meses de embarazo,
Silvana nació sin la posibilidad de ver. “Mi diagnóstico es glaucoma congénito”, aseguró a PRIMERA EDICIÓN en la biblioteca del Centro donde aprende Braille para arrancar con todo la escuela. “Nunca vi, tengo ocho operaciones, la primera a los siete días de nacida en la Ciudad de Buenos Aires”, recordó.
Silvana, que hoy tiene 29 años, nació en Jardín América y vive en una colonia con sus papás pero asiste dos veces por semana al Centro y se queda en Posadas, en la casa de una de sus dos hermanas que viven en esta ciudad.
En el Centro es una participante conocida, va desde que tenía tres años. “Me ayudó mucho como persona y como participante. Siempre me sentí cuidada y protegida. Me enseñaron a manejarme en la vida”, aseguró.
Nunca pudo ir a la escuela porque “no me aceptaron, en Jardín América las escuelas no estaban adaptadas para atender a una persona con discapacidad visual”, por lo que está ansiosa de comenzar el año que viene en el Instituto Taller para no videntes “Santos Mártires”.
“Estoy aprendiendo Braille. Pasé por varias etapas, en las primeras no me fue muy bien. Primero empecé con un profesor y no pude aprender, después dejé durante mucho tiempo porque no avancé nada, y después de tres años volví al espacio de Braille y me fue más o menos porque siempre me cuesta la lectura. Este año, con la ayuda de mi profesora Noemí, me fue bastante bien así que es una linda experiencia para mí y el año que viene, si Dios quiere, voy a empezar la escuela”, pero además, esta técnica le sirve “para la vida” porque también está aprendiendo a manejarse con la computadora. El mundo y sus imágenes son desconocidos para Silvana, sin embargo ella tiene un anhelo, difícil, pero la esperanza es lo último que se pierde.
“Alguna vez quisiera poder ver completamente”. Quizá la escuela sea una puerta para aprender mucho más sobre ese mundo que anhela poder ver.

Marcelo, el futuro profe de matemática
Con 19 años, Marcelo Damián Hassenrück, está en primer año del profesorado en matemática del Instituto Montoya y, por estos días, se encuentra a pleno metido entre libros por los exámenes finales que se vienen. Oriundo de Puerto Rico, vivió una vida como la de cualquier otro niño hasta los nueve años cuando le detectaron un tumor en el cerebelo que hacía un año venía causando estragos en el nervio óptico.
Fue operado en el Hospital Garrahan y “después de la operación veía muy poco. Un mes antes de cumplir los 10 dejé de ver”, recordó en diálogo con PRIMERA EDICIÓN. Con el tiempo fue recuperando algo de la visión, “ahora veo, más o menos, bultos”, explicó.
Cuando todo ocurrió “fue difícil adaptarme a esta nueva vida. Al principio era re complicado porque era todo nuevo, aparte también te bajonea bastante”, recordó el joven. Su familia siempre estuvo al pie del cañón apoyándolo y además pudo continuar en su escuela, el Instituto San Alberto Magno de su ciudad natal, lo que “también me ayudó a que no sea tan difícil”.
Pudo continuar con sus compañeros de curso y también hizo la secundaria sin problemas. En la primaria, las maestras se encargaban de completar sus cuadernos. Para la secundaria, Marcelo tenía una notebook que era como su carpeta. “Terminé el año pasado y me vine a estudiar a Posadas”, donde vive solo mientras que sus dos hermanos y el resto de su familia continúan en Puerto Rico.
En el Montoya lo recibieron con los brazos abiertos y hasta formó un grupo con otros tres compañeros que siempre se ayudan mutuamente. En la institución “siempre me apoyaron. Incluso se contactaron con un profesor no vidente de Buenos Aires, ya se jubiló pero es licenciado en matemática y daba clases en la Universidad de Buenos Aires. Además vino una profesora de Neuquén, ella es vidente pero enseña a chicos que no ven. También se hizo una videoconferencia con un profesor de Chile con una historia parecida a la mía: tiene baja visión y estudió profesorado en matemática. Fue una jornada sobre técnicas inclusivas para enseñar dicha materia. Se re ocuparon y preocuparon”, afirmó.
Hace un mes que Marcelo concurre a las clases de Braille en el Centro. “Hasta ahora voy entendiendo”. “Marcelo está en una época complicada por los exámenes, sigue rindiendo con la computadora u oral pero pero en un momento va a necesitar de la lectoescritura Braille por lo que estamos tratando de que él la maneje”, indicó la profe Noemí. Es por ello que, en el acto, se le entregó a préstamo una máquina Braille para que la utilice en clase y siga firme en el objetivo de hacerse con el título.