África es un continente indomable, lejano y lleno de misterios; pero también, humilde, solidario y cargado de esperanza. Eso es lo que retrató la cámara de Yonathan Adamchuk, un fotógrafo de Leandro N. Alem que documentó sus viajes realizados entre 2013 y 2018 a Kenia, Mozambique, Sudáfrica, Sierra Leona y Mali.
Este documental de 23 imágenes denominado “Dialectos Cotidianos de Belleza” estará abierto hasta el 20 de diciembre en la sala principal del Museo Juan Yaparí (Sarmiento 319 de Posadas).
Los primeros viajes fueron en 2013, cuando Adamchuk fue contratado por una ONG de Chile para tomar imágenes de las distintas aldeas de la sabana africana y así conseguir recursos para un hogar de niños.
Esta experiencia conquistó el corazón de Yonathan, quien volvió una y otra vez al continente africano para desentrañar la cultura y relacionarse con sus habitantes.
“África te envuelve y te hace volver. Cuando regresas a tu tierra y recordas todo lo que viviste, el corazón arde por volver a reencontrarse con esa gente”, describió el viajero a PRIMERA EDICIÓN.
Luego, en 2015, realizó su segunda incursión al continente africano junto a su esposa Daniela, una joven médica cordobesa. La pareja convivió un par de meses en la República de Mozambique, un lugar con hermosas playas y un nutrido turismo europeo que contrasta con los niveles de pobreza que existen en muchos sectores del país.
En aquella oportunidad el matrimonio residió en la pequeña aldea de Mindú donde renovaron sus votos matrimoniales para compartir esa alegría con los habitantes del lugar. “Fue una experiencia increíble porque fuimos acogidos por un pueblo de personas que no nos conocían, pero nos brindaron todo su amor y, sobre todo previo a la boda, se acercaban a nuestra choza y nos obsequiaban frutas, mandiocas o lo poco que tenían para celebrar el enlace”, recordó.
Este año el joven documentalista fue invitado por la ONG Warc para realizar trabajos fotográficos en Sierra Leona. Luego se trasladó a hasta la República de Mali para visitar a unos amigos.
En esta oportunidad el viaje que duró más de 41 horas, un poco más atípico de lo habitual.
El equipo que acompañó al fotógrafo tuvo que atravesar fronteras donde se encontraban numerosas cuadrillas de la guerrilla, gendarmes o policías que pedían dinero para cruzar y luego transitar sobre rutas que no estaban en buenas condiciones. “Viajamos junto a un grupo de musulmanes que debían detenerse cada cinco horas para orar. El recorrido fue como una película porque se rompía el vehículo y aparecía algún conductor y se reparaba algún desperfecto con un alambre y seguíamos viaje, hubo muchas historias en medio de este último proyecto fotográfico”, comentó.
“El viaje fue un tanto arriesgado, sobre todo para las personas que no eran del lugar”, detalló el profesional. “Viajamos en un auto al que llamaban ‘nueve muertos y un herido’, pero era el único medio de transporte, porque los vuelos en avión son muy costosos y no podíamos viajar”, relató.
Incluso recordó que sacó la cámara para hacer fotos a un mural que se encontraba en la avenida principal de una de estas ciudades y “en ese momento pasó un batallón de militares armados que nos cerraron el camino y nos hicieron bajar del vehículo. Ahí me dije: ‘estoy frito’ porque era un lugar donde no se permitía sacar fotos, pero lo único que hicieron fue hacerme borrarlas. Un lugareño me dijo que la sacamos barata porque me podían haber destrozado la cámara, hacerme preguntas o meterme en más problemas”, explicó.
Con todo, el joven considera que el miedo que más preocupa a cualquier viajero es contraer alguna enfermedad, por ello la mayoría se vacuna o toma pastillas anti malaria cada semana. “Si estás en una aldea y te enfermas, el primer hospital estará a 200 kilómetros o unas 8 horas de viaje”, describió.
Adamchuk explicó que, aunque en algunos sectores del continente africano se viven situaciones de guerras y pobreza, él a través de esta muestra quiere contar la hermandad que existen entre sus pueblos y todo sobre todo la generosidad que existe con el visitante.
“Ellos me decían que les quería sacar una foto para luego venderlos, entonces les explicaba que lo único que buscaba era mostrar su cultura y luego muchos te hacían parte de ellos. En ese aspecto son iguales a los que habitamos Misiones. A veces no podías creer todo el amor que recibíamos y eso es un paralelismo que tenemos los misioneros con la gente de allá”, comparó.
Del mismo modo, el profesional asemejó los paisajes africanos con la de la tierra colorada porque “cuando llegué a Kenia me dije esto es un monte misionero con la misma tierra y las mismas nubes, donde se producen tormentas y tenemos el mismo clima”.
Sobre un retorno a África el artista espera la confirmación por parte de una empresa del Reino Unido que se encarga de cuestiones sociales. En tanto agradeció a la directora del Museo Juan Yaparí por el espacio y al curador Carlos Vedoya Recio, quien fue el encargado de seleccionar las imágenes y escribir sobre cada una de ellas.