Decía Mahatma Gandhi, basándose en el principio de que la paz empieza y debe empezar en cada uno de nosotros. Y eso es posible cuando todo nuestro comportamiento se rige por sólidos principios universales como los Diez Mandamientos, o como los Yama (regulaciones) y Niyama (disciplina), actitudes que constituyen el basamento ético de toda la filosofía de vida que es el Yoga, al tiempo que sientan las condiciones para una vida pacífica, saludable y feliz.
Precisamente el primer Yama es ahimsa, que podemos traducir como principio de inofensividad o no violencia en pensamiento, palabra y obra.
Si bien ya nos hemos referido a este tema en anteriores notas, estimamos oportuno insistir y tratarlo en estos días ante los hechos de violencia que se registran en todo el mundo, mientras se aproxima nuestra tradicional festividad de la paz que es Navidad y a poco más de un mes de haberse conmemorado el Día Internacional de la No Violencia, originado en una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas que considera el 2 de Octubre, aniversario del nacimiento de Gandhi, como una ocasión para “reafirmar la relevancia universal del principio de la no violencia” incluso como estrategia, y también para “diseminar el mensaje a través de la educación y la conciencia pública”.
En palabras de Gandhi: “La no violencia es la mayor fuerza a disposición de la humanidad. Es más poderosa que el arma de destrucción más poderosa concebida por el ingenio del hombre.”
Prestigiosos maestros de Yoga nos recuerdan que las expresiones de violencia y agresividad hacia el entorno y desde el entorno –e incluso hacia sí mismo-, surgen del temor, de la debilidad, de la ignorancia, de la inseguridad, de los celos y rivalidades, de los condicionamientos, de la enajenación de la voluntad, de las presiones e imposiciones de los factores de poder, del fanatismo, de las ambiciones, del egoísmo, del afán de poder, de la avaricia, de la agitación, de la angustia, del choque de pasiones, de las frustraciones, de los apegos, de las fobias, de los odios… en fin, de numerosas causales, varias de los cuales suelen estar relacionadas entre sí.
Liberarse de esas cargas requiere un cambio de perspectiva vital, una reorientación en cuerpo, mente y espíritu para alcanzar primero la paz en uno mismo. Considerando este propósito, la práctica del Yoga se cuenta entre los métodos más efectivos para caminar evolutivamente desde las miserias humanas y la falta de paz, o Ashanti, hacia lo que potencialmente somos en luz y amor.
Y aunque seguiremos insertados en este mundo complicado por la violencia, dicha práctica nos proporcionará los medios para experimentar en tiempo presente la paz, o Shanti, y proyectarla hacia nuestro entorno familiar y social, hacia nuestras costumbres y hacia nuestros quehaceres, lo que ya es más que suficiente.
Incluso si quisiéramos permanecer en meditación unos minutos, sin relajación y paz no lo lograríamos. Nuevamente, “la paz es el camino”. Y aunque sabemos que los practicantes avanzados disfrutan en permanente Prashanti o paz suprema inalterable, lo asumimos como una legítima aspiración y mientras tanto, desde la clase de Yoga, desde la hora del ahora, en paz y bienestar regresamos a nuestras actividades cotidianas con una genuina actitud de no violencia que surge del alma e impregna todas nuestras acciones y nuestros pensamientos. Om, Shanti, Shanti, Shanti. Namasté.
Colabora
Ana Laborde
Profesora de Yoga
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