
Quienes están fuera de casa suelen decir que lo peor es pasar las fiestas lejos de la familia y los amigos. Sin embargo, hay algunos que atravesaron tales odiseas y dejaron atrás situaciones tan graves que para ellos todo cobra una dimensión más relativa.
Es el caso de los venezolanos que fueron llegando durante este año a Misiones y, puntualmente, los que fueron haciendo pie en Garupá, a través del programa de asistencia al migrante “Arepa Viva”, en un predio cedido por la Congregación San Pedro de la Iglesia Luterana, a pasos de la avenida Las Américas.
“Para los venezolanos en cualquier lugar del mundo es una Navidad agridulce y virtual. Agridulce porque acá estamos a salvo, pero pensamos en los que quedan allá y se siente la soledad, pero eso a su vez se matiza al arroparnos unos a otros en este grupo, pudiendo preparar nuestra comida típica… Y virtuales porque todo nuestro contacto con Venezuela es a través del teléfono”, resume el “pionero” y coordinador del grupo mencionado, José León Toro, un profesor de Ciencias Sociales que desembarcó en la provincia en marzo pasado y el 4 de abril se instaló en el “Gran Posadas”, donde fue reuniendo poco a poco a la familia de su esposa.

“Tenemos claro que vinimos a trabajar y eso es lo importante. Tratamos de mantener la comunicación con la familia, por WhatsApp o como sea. Sí que da un poco de aflicción, pero al encontrarnos aquí con este grupo, uno se siente más acompañado. Y el hecho de haber podido preparar la hayaca (ver recuadro) ha sido también muy importante”, agrega Johanna Yáñez, quien junto a su esposo José Brazón y su pequeña hijita llegaron el 7 de mayo pasado a Misiones y están a la espera de contar con documentación para poder ejercer sus respectivas profesiones.
Es que, a pesar de que él es abogado y ella licenciada en Contaduría y Administración de Empresas, por ahora tienen que sobrevivir con la venta callejera de panes y arepas.
Lo de poder preparar la hayaca acá, en plena Misiones, “tiene un gran valor tanto emocional como nacional, porque es uno de los símbolos de la Navidad venezolana, que tiene mucho de compartir, de intercambiar comidas entre vecinos, familiares, etcétera”, acota un integrante del grupo llegado hace apenas tres semanas (el 10 de diciembre) y que prefiere mantener en reserva su nombre por razones de seguridad.
Se trata de un exfuncionario policial que, después de actuar como “enlace” en la frontera para ayudar a escapar a sus compatriotas, tuvo que salir casi “huyendo” él mismo, “delito” por el que podrían caberle hasta diez años de prisión por “traición a la Patria”. Además, toda su familia quedó en Venezuela y teme por sus vidas.
Costumbres diferentes
Otra de las cosas que echan en falta en este grupo de migrantes es “el bullicio en las calles”, que es tan típico durante todo diciembre en Venezuela. Según considera Yasmín, cuñada de León, “en Misiones la celebración es más silenciosa, más calmada, se vive de otra manera”.
“Acá se toma todo como más normal, casi como si fuera un día más, y para nosotros no es así, el venezolano es ostentoso”, acota José.
Las luces y adornos que pueblan las calles de otras ciudades y que son seña de identidad de sus lugares de origen, brillan casi por su ausencia en Garupá. Incluso a todos les llamó la atención la cantidad de viviendas que estaban vacías la noche del 24 y durante el 25, bien porque muchos se fueron de vacaciones o bien porque decidieron celebrar en algún otro lugar, al aire libre, y no en sus casas y en contacto con sus vecinos.
El calor húmedo también fue un factor clave a la hora de la adaptación: el contingente está sufriendo bastante las altísimas temperaturas reinantes durante los últimos días de 2018.
Esto no desmejora la imagen que tienen de nuestra provincia y de su gente: “Es un lugar privilegiado, acá uno no se siente extranjero”. Y se muestran muy agradecidos por el recibimiento y el trato que les dispensan, que también contribuye a sobrellevar un poco mejor la distancia y las penas que cargan en sus mochilas como cualquier otro exiliado.
Y al final, quien más quien menos, deja “en el arbolito” de 2018 un mismo deseo para el año entrante: que se den las condiciones para que las próximas fiestas -incluso, si es posible, los Carnavales- las puedan pasar de nuevo en casa.
Con menú propio
Uno de los factores que permitió al contingente de venezolanos sentirse un poco menos lejos de casa en los últimos días fue la posibilidad de degustar parte del menú tradicional de estas fechas en su país.
Es que, aprovechando la infraestructura con la que ya cuenta el grupo en Garupá para la fabricación y venta de las populares “arepas”, esta vez se dedicaron a preparar otro producto a base de maíz y que constituye tal vez el máximo emblema de estas fiestas navideñas en Venezuela: la “hayaca”.
Se trata de una especie de tamal de harina de trigo o maíz, relleno de múltiples ingredientes y que se envuelve en una hoja (preferiblemente de plátano) para su cocción.
Junto a ellas, las familias pudieron degustar el clásico pan de jamón, como muestra la imagen.