Los guaraníes las llaman cariñosamente “Karapé porá” (petisa hermosa) y “Lunga” (alta) y son una de las pocas agentes de salud indígena que no pertenecen al pueblo mbya. Mariela Rojas y Nora González trabajan como promotoras de salud indígena en el Parque de la Salud desde hace cuatro años, luego que ningún promotor guaraní tolerara mucho tiempo el desarraigo de trabajar en Posadas, lejos de sus familias, para ocupar esa función clave que facilita el acceso al sistema de salud de la población indígena.
Ambas hablan el idioma guaraní y son las encargadas de traducir las explicaciones médicas a los pacientes y sus familias guaraníes que vienen a atenderse a los hospitales de Pediatría, Materno Neonatal y Madariaga. Pero su trabajo va mucho más allá, “el mayor idioma es el amor. Nuestra tarea requiere de mucha paciencia y amor, creo que lo primero es ponernos en el lugar de ellos que vienen a un lugar totalmente desconocido, donde se habla un idioma que no conocen, necesitan apoyo y contención, que nos acerquemos a hablarles con mucho cariño, sentir que no los vamos a lastimar ni a retar”, explicó a PRIMERA EDICION Mariela Rojas, alias Carapé Porá.
Desde que ingresan al hospital, Mariela y Nora ofician de guías, intérpretes y agentes de contención de los guaraníes. Según detalló Nora, una paraguaya que se radicó en Argentina hace 17 años (está casada y tiene dos hijas), ellas ayudan a los guaraníes a superar el miedo de no saber lo que está ocurriendo. “Les genera mucho temor no entender lo que dicen los médicos cuando les explican sobre el estado de salud de sus hijos. Entonces, nosotros les traducimos, les contamos lo que dice el médico, hacemos de nexo no solo para romper la barrera del idioma sino también la intercultural. Con los días, van perdiendo el miedo y se van dando de a poco, se sueltan y cuentan lo que les pasa. Nosotros los acompañamos dentro del hospital, los guiamos donde tienen que ir con los turnos, en qué sector tienen que dar el presente… es un edificio con muchos pasillos y sectores donde es fácil perderse”, admitió.
Menos fugas y altas voluntarias
Nora y Mariela no son las únicas agentes indígenas en hospitales de la provincia. También hay promotores guaraníes trabajando en forma fija en los hospitales Samic de Puerto Iguazú y San Vicente. En tanto, en el hospital de San Ignacio, los agentes indígenas de las comunidades van rotando en el nosocomio.
La resistencia a la medicina del hombre blanco que muestran las familias mbya que viven en Misiones se redujo considerablemente en los últimos años. Y el ejercicio de sus derechos como pacientes tuvo, en parte, que ver con ello. “Muchas veces los guaraníes reclamaron no sentirse bien tratados en los hospitales de la provincia, precisamente por eso estamos nosotras acá, nuestra función es hacer de nexo para que se sientan tranquilos, que podamos comunicarles la situación de salud en la que se encuentran ellos o sus hijos, les explicamos la importancia de que se curen antes de dejar el hospital, que se vayan con un tratamiento para que puedan estar bien y no sea necesario que vuelvan. Muchas veces quieren irse antes de tiempo y ahí intervenimos, les explicamos con amor y paciencia que es mejor que esperen un poco, que aguanten, que terminen su antibiótico antes de irse a su casa”, contó Mariela.
Uno de los desafíos diarios
Según confirmó la gerente asistencial del hospital de Pediatría, Liliana Fernández Sosa, en los últimos años se redujo considerablemente la cantidad de altas voluntarias y fugas del nosocomio que antes eran muy frecuentes entre los guaraníes. Esto tiene mucho que ver con la actual forma de trabajo en internación con un equipo multidisciplinario, “en los pases de las salas está en médico, el enfermero, el asistente social, el farmacéutico, el psicólogo y también las agentes de salud guaraní cuando el paciente es de alguna comunidad. Antes era mayor la cantidad de pacientes que se iban antes del alta médica porque estaba solo el médico y el enfermero, pero hemos reducido mucho desde que trabajamos en equipo multidisciplinario”, destacó.
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Las comunidades guaraníes aceptaron nuestra medicina en los últimos años sin dejar de lado su medicina ancestral. El problema es que a veces no hay tiempo para perder y los pacientes llegan al hospital en forma tardía porque priorizaron la medicina ancestral. Hace muy pocas semanas, esto ocurrió con un bebé con un cuadro de diarrea cuyos padres se negaron a llevarlo al hospital y, en vez de ello, viajaron varios kilómetros para que lo viera el chamán de la comunidad más cercana. El bebé murió deshidratado.
Todas las alternativas
También es muy común, según contó Nora, que los guaraníes quieran dejar el hospital en pleno tratamiento para poder acceder a sus propios sanadores y los saberes ancestrales de su medicina. “Quieren volver a su comunidad, donde está su gente y el chamán que ellos conocen y tienen confianza. Es muy difícil convencerlos pero ése es nuestro trabajo, muchas veces toman la decisión de irse cuando comienzan a ver a sus hijos mejor pero tratamos de hacerles ver que, si se van, pueden empeorar y poner su vida en peligro. Lo mismo ocurre con las mamás embarazadas con partos de riesgo. Los médicos les hablan y nosotros les vamos traduciendo al guaraní. Aún así, a veces optan por firmar el alta voluntaria”, contó Nora.
Según contó a PRIMERA EDICION el responsable de Salud Indígena del Ministerio de Salud Pública, Adrián Saldías, en más de una ocasión trajeron al cacique de una comunidad para que les ayude a convencer al paciente y su familia que no abandonen el hospital. “Tratamos de agotar todas las alternativas para que el paciente pueda completar su tratamiento, especialmente si es un menor de edad. Es importante que ellos accedan a toda la información posible, es normal que sientan miedo como le ocurre a cualquier papá cuando van a someter a una cirugía a su hijo, pero por eso es necesario que accedan a toda la información, sepan todo lo que se les va a hacer (procedimientos) y todo lo que puede pasar, incluido los riesgos”, destacó.
Recordó que también se trabaja en forma estrecha con los promotores de salud de las comunidades
para que puedan ver cuales son los motivos por los que el paciente y su familia quieren volver sin terminar el tratamiento, “muchas veces tiene que ver con que tienen muchos más hijos que también tienen que cuidar o un adulto mayor que también requiere cuidado. Recientemente nos pasó de una embarazada de alto riesgo que se quería ir y, cuando supimos que el motivo era que quería ver a su otro hijo, lo trajimos un fin de semana”, contó.
De 10 a 150 promotores indígenas
El funcionario admitió que, incluso, los médicos suelen demorar el alta de los pacientes pediátricos guaraníes “debido a que no siempre tienen garantizado condiciones mínimas en sus comunidades para un paciente delicado. Además, la mayoría de las comunidades están alejadas de los hospitales y siempre es más complicado trasladar al paciente al hospital si hay una recaída”, añadió.
A su entender, la menor resistencia a la medicina del blanco está directamente relacionada con el acceso a mayor información a través de los promotores de salud indígena. “En 2003 contábamos con solo 10 promotores de salud indígena para toda la provincia y hoy son 150: unos pocos están en hospitales y la mayoría son residentes en las mismas comunidades. Todos reciben capacitación continua en servicio, este año se capacitaron 80 de ellos como vacunadores, entre ellos Mariela y Nora, que aprovechan a completar el calendario de vacunación cuando vienen los pacientes guaraníes a cualquiera de los tres hospitales del Parque de la Salud”, indicó.
Según explicó, “trabajamos bajo el criterio de oportunidad: aprovechamos cuando viene el paciente porque nunca sabemos cuando será la próxima atención. Lo mismo ocurre con los 27 equipos que visitan las comunidades: cuando lo hacen, llevan leche, vacunas y si hay algún programa para ofrecer algún tipo de prestación, también se aprovecha”.
Saldías advirtió además que no sólo se brinda mayor información al paciente guaraní sino que también se modificaron actitudes y conductas en los centros de salud. Recordó que, en una visita al hospital de Puerto Iguazú, el primero en tener una oficina de salud indígena y el único en contar con su cartelería en mbya guaraní, “me tocó escuchar a una señora que fue a sacar un turno y a la que le dijeron que ya no había para esa semana, reclamar diciendo que, seguro si fuera aborigen, le hubieran dado el turno para ese día. Un contraste muy grande con la situaciones de maltrato con la que estaban familiarizados los aborígenes en los hospitales”, analizó.