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Una exitosa película le valió al estadounidense Aaron Ralston (43) el escape de la muerte, tras sacrificar uno de sus brazos luego de un accidente de alpinismo. La película “127 horas” (2010) narra aquel suceso en detalle: la sed y el hambre, la muerte que acechaba y una decisión casi trágica para, al final de cuentas, lograr la supervivencia.
Ralston estuvo atrapado entre las piedras que le aprisionaron el brazo derecho poco más de cinco días, los mismos que logró sobrevivir Marcelo Javier López (41) en un barranco ubicado a la vera de la ruta nacional 14, en Leandro N. Alem. Ayer por la mañana la Policía finalmente pudo encontrarlo aprisionado entre dos rocas de gran tamaño. “Me duele la cabeza”, alcanzó a decir. El final de la historia fue tristemente diferente: logró ser rescatado y trasladado al hospital, pero murió a los pocos minutos.
Según pudo saber PRIMERA EDICIÓN, la historia se inició el pasado lunes, cuando familiares de López se presentaron ante la Policía y denunciaron que el hombre había salido el último domingo de su casa para no regresar. Agregaron, además, que sufría de esquizofrenia y que se encontraba bajo tratamiento.
Desde la Unidad Regional VI se difundió la imagen del hombre y, a través de las redes sociales, fueron varias las pistas que comenzaron a seguirse sobre su paradero. El trabajo fue de varios días e incluso lo buscaron en Cerro Azul. Sin embargo, la labor investigativa comenzó a cerrar gracias a las cámaras de seguridad de una vivienda emplazada sobre la ruta nacional 14, que captaron a López caminando por la banquina.
Con esos datos, ayer por la mañana se inició un operativo de rastrillaje alrededor del kilómetro 840. La sagacidad de uno de los policías fue determinante: tal como si se tratara de “una aguja en un pajar”, descubrió en un sector parte del pasto de la banquina ‘achatado’ o pisado. Al lado, un precipicio de casi cuatro metros de altura. Abajo, piedras y vegetación impenetrable.
Los efectivos se centraron en ese lugar, donde entonces ocurriría un milagro. Allí abajo, a lo lejos, notaron lo que parecía ser cabello. Bajaron y confirmaron sus sospechas: cerca de las 7.30 fue hallado López.
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El desaparecido aparentemente caminaba por la banquina cuando resbaló y cayó al vacío. La fortuna no estuvo de su lado, ya que cuando logró recuperar la conciencia tras el golpe, se percató de que había quedado con la mitad del cuerpo atrapado entre dos piedras de gran tamaño. Así lo encontró la Policía.
Al ver que llegaba el rescate, aún con vida, López alcanzó a esbozar algunas palabras con el último aliento que le quedaba. “Me duele la cabeza”, llegó a decirles a los policías, que mientras lo extraían del lugar, le preguntaban si había pedido auxilio, si había comido, cómo se había hidratado. No llegó a responder.
La sospecha es que el hombre cayó en esa trampa al día siguiente de su desaparición, el lunes 7. De allí es que se supone que sobrevivió cinco terroríficos días atrapado en medio de la nada, sin civilización a varios metros a la redonda. Nadie que lo pudiera ayudar.
Enseguida fue evacuado al Hospital SAMIC de Alem, donde los médicos confirmaron que presentaba politraumatismos en tórax y una de las piernas, entre otras lesiones. Su estado era delicado, en parte, por un probable cuadro de deshidratación. Más allá del esfuerzo de los médicos, López lamentablemente dejó de existir una hora después de haber ingresado al centro de salud.
Más allá de que la principal teoría habla de un episodio accidental, desde el Juzgado de Instrucción 5 de Alem, a cargo de la magistrada Selva Raquel Zuetta, se ordenó la realización de una autopsia para descartar cualquier otra hipótesis. La muerte de López golpeó a sus familiares, los vecinos de la zona e incluso los propios policías que trabajaron en el rescate. No hubo milagro. En Alem, no hubo final feliz.