Nacemos en dicha y podemos vivir cada momento en dicha ocupándonos de su cultivo y su cuidado. Pero somos adictos a sufrir, y esto último funciona en automático. Podemos, si lo elegimos, cambiar esta dependencia robótica por el regocijo absoluto de vivir.
La mayoría de los seres humanos son infelices y uno de sus entretenimientos preferidos es quejarse y culpar al afuera por lo que les sucede. Esto ocurre también entre personas exitosas, famosas, a quienes aparentemente no les falta nada. Porque en realidad no importa lo que tengas, es lo que eres en cada momento lo que marcará tu experiencia.
Y el estar siendo, el ser, tiene que ver con lo interno.
Las personas se quejan constantemente aún en aquellos países en los que todo parece funcionar perfecto. Y es nuestra percepción, el enfoque y la creencia de que “siempre hay algo que falta y entonces es imposible disfrutar de nada”.
Y no podemos ver las cosas hermosas que suceden, no podemos apreciar lo pequeño y maravilloso que se desenvuelve en cada momento a nuestro alrededor, el milagro mismo y magnificencia de la vida que late en ti y en lo que te rodea. ¿Y por qué sucede esto? Porque funcionamos en automático, casi robotizados, repitiendo respuestas aprendidas y grabadas. Y no tenemos entrenamiento en apreciar, en agradecer, ni en lo que nos une, que es el amor, y es por eso que no hacemos de eso nuestro foco.
¿Qué sucedería si tomáramos el ejercicio del disfrutar como si estuviésemos cultivando un arte, no diferente al aprendizaje, por ejemplo, de la música, o de la pintura o la danza? Para ello lo ejercitamos sin cesar hasta que se integra en forma natural. En nuestro caso, el don natural ya está. No lo hemos cultivado, pero ahora podemos decidir hacerlo.
Entonces comenzaremos por enfocarnos en los ejercicios que nos llevan al amor y que permitirán que su naturaleza dichosa crezca. ¿Cómo hacemos esto? Con la práctica constante de la apreciación y la gratitud en lugar de la mediocre sonoridad de la crítica y la queja.
En esta experiencia humana de dualidad siempre habrá algo que esté mal, o que falte, o que no sea lo que uno proyecta. Y es así, hasta que uno se transforma en tanto, pero tanto amor, que lo único que puede ver es la perfección misma de todo lo que es.
Claro que allí la mente dice: ¡pero eso es irreal! Pues no señores, ¡es la verdad! Y será tu experiencia, porque el amor percibe sólo la unidad dentro de la dualidad, y elige así crecer en la vibración más elevada, empujando siempre hacia el cambio.
No te permitas más ser un robot pasivo e indiferente al que las cosas le suceden, y verás que te ocuparás de todo con mucha profundidad y presencia, sin sufrir por aquello que percibes como injusto, sino elevándolo y contribuyendo con la belleza de ese estado de dicha.
Y ese es el poder del amor. Ese es el poder del amor y al pulir tu arte, la obra maestra resultante vibrará en tal plenitud, que siempre te sentirás feliz. Y tú lo habrás creado.
“Tu destino es amarte a ti mismo incondicionalmente, descubrir la unidad, ser el amor en todo, evolucionar, jugar, disfrutar, crear, derrumbar las paredes de la caja que te limita y experimentarte a ti mismo en todo”.
* Isha – de su libro SOBRE LAS NUBES
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