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Un dato equivocado sobre un monto de dinero que no existía o que no supieron encontrar. Sólo de esa manera se explica la saña con la que dos delincuentes atacaron a un jubilado de la construcción al que maniataron, apuñalaron y ahogaron hasta la muerte. Aquella teoría permitiría quizás darle algo de lógica a lo inexplicable: matar para llevarse mil pesos y un teléfono celular.
El drama tuvo como escenario el populoso barrio El Porvenir II de Posadas y se cobró la vida de Víctor Roberto Días (74), un retirado oriundo del Alto Paraná misionero que meses atrás se había afincado en la zona gracias a la solidaridad de una amiga. Era reconocido entre sus amigos por ejecutar el bandoneón, instrumento que logró sobrevivir gracias a que los depredadores no lo vieron.
El hecho motivó una rápida intervención policial que derivó en la detención de los dos principales sospechosos, un hombre de 31 años domiciliado en el barrio Kennedy y un joven de 19 del complejo habitacional Prosol I. Ambos tienen antecedentes y, al decir de los investigadores, el recorrido de varios kilómetros que hicieron para dar el golpe encontraría argumentos en que habrían “marcado” a Días después de que éste realizara un trámite financiero, días atrás.
PRIMERA EDICIÓN pudo saber que el episodio tuvo lugar en la manzana I del Lote 7 del barrio El Porvenir II, emplazado en la intersección del “bypass” y la exruta provincial 213, a unos trece kilómetros del centro posadeño.
Días compartía esa vivienda con una conocida que increíblemente logró escapar de la agresión de los ladrones, no sin antes escuchar parte de lo sucedido. Ese relato la transformó en testigo clave del caso.
Eran alrededor de las 23.35 del último viernes y el hombre miraba televisión en su habitación cuando una serie de violentos golpes quebró la tranquilidad en la vivienda. Enseguida los delincuentes forzaron la puerta de acceso a la pieza -que sale directamente al garage del inmueble y, desde allí, a la vía pública- y coparon la escena.
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Días casi no tuvo tiempo de reaccionar. A fuerza de golpes y puntazos con un destornillador, lo sometieron y maniataron. Y le pusieron un trozo de tela en la boca para que no gritara, se supone. O para que perdiera la vida. Porque eso fue lo que lograron.
Mientras la testigo clave escapaba por la puerta trasera del inmueble, los malhechores recorrieron cada uno de los ambientes. Buscaban algo que no encontraron. Por eso debieron conformarse con mil pesos y un celular Samsung J-3, además de un reloj de pared. Escaparon de a pie, como llegaron, en la oscuridad de la noche.
Aún con los maleantes en el lugar, la mujer buscó socorro en los vecinos, quienes llamaron a la Policía.
Efectivos de la comisaría Decimoquinta, Homicidios, Grupo de Intervención Rápida y Unidad Regional X se dieron cita en el lugar junto al magistrado Carlos Giménez, titular del Juzgado de Instrucción 7 y a cargo de la investigación.
Se montó un operativo de proporciones que no tardó en arrojar resultados positivos: alrededor de la 1.45 de ayer los dos principales sospechosos fueron detenidos cuando caminaban por la banquina del “bypass” en dirección al barrio Santa Helena, a unos tres kilómetros de la escena del crimen y cerca de un establecimiento forestal.
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Las sospechas de los detectives no tardaron en confirmarse. Es que en una de las mochilas secuestradas al dúo se encontró lo sustraído a Días -entre ellos el reloj de pared que tenía una inscripción con el apellido de la víctima– además de prendas de vestir con manchas de sangre y otros elementos que comprometen a ambos.
Durante la tarde de ayer, peritos del Cuerpo Médico Forense realizaron la autopsia. Si bien en un principio se barajaba la posibilidad de que Días había sido asesinado a puñaladas, ese examen reveló que -más allá de aquellas lesiones cortantes- la causa de la muerte fue “asfixia por obstrucción de las vías aéreas”.
Por lo pronto, hasta anoche no se descartaba ninguna hipótesis con respecto al “homicidio en ocasión de robo”, tal como fue caratulada la causa en un principio. En ese sentido, se seguían dos líneas, todas bajo la suposición de que los autores “marcaron” previamente a la víctima pensando que había cobrado una suma de dinero en los últimos días, producto de una transacción financiera o del cobro de la jubilación.