Al ingresar al edificio emplazado en la esquina de Francisco Mónaco y avenida Uruguay, es imposible no imaginar la fastuosa mansión que habrá significado para la época la que allí se construyó a mediados del 1800, con la llegada de los inmigrantes húngaros. Juan Toth la levantó con sus propias manos y la ayuda de algunos de su colectividad, como él, entendidos en la materia. Varios fueron sus destinos en la época de esplendor pero como toda edificación, con el paso del tiempo y la falta del mantenimiento adecuado, se fue deteriorando. Fue tal el abandono, al punto de convertirse en una fachada deforme y fantasmal, recubierta de oscuras capas de humedad.
El bisinieto de Juan, Roberto Toth y su esposa, Blanca “Betty” Vallejos, son los propietarios y residen desde hace un tiempo en la casa de dos plantas que apuestan a recuperar, para su bienestar y para honrar la memoria del bisabuelo, pero también para acompañar el proceso de crecimiento de la localidad.
“La puesta en valor es para que no resulte en vano el esfuerzo del bisabuelo Juan que llegó desde Hungría. Soy hijo de Rodolfo, que era hijo de Américo, y éste era hijo de Juan, que levantó este lugar con medios propios, se dice que a mediados del 1800”, confió el propietario del inmueble, al tiempo que aclaró que “no existe tratativa alguna para que ésto no siga siendo de la familia. Vendí una casa de dos plantas y un terreno, además de tomar préstamos bancarios, para invertir acá. De lo contrario esto no estaría más”.
Recordó que fueron muchos los húngaros que poblaron Corpus y que en esa ocasión estuvieron construyendo con su bisabuelo, que era el propietario y el maestro mayor de obras; Povazan, que era el arquitecto; y los carpinteros de apellido Cechar y Virag. Edificada con ladrillos y abundante madera de cedro “dicen que esto funcionó como Casa de Gobierno, y la cuestión es que se construyó para ese fin. Luego, a medida que pasaban los años, se instaló un juzgado, el municipio y la Escuela 225, porque había un salón grande que se dividió para las aulas”, acotó Toth, quien consideró que “todos tenemos que luchar para que el pueblo salga a flote y que se le dé a las cosas el valor que corresponde”.
El propósito de la pareja es que parte de esta construcción funcione como un hospedaje. Formaría parte de otra vivienda que están arreglando con el mismo propósito y se vincularía con la producción de miel -de abeja común y yateí- que lleva adelante Roberto, todo con el fin de “atraer un poco más al turismo”. Es que el hombre tiene experiencia en el tema de la industria sin chimeneas. Lo adquirió en los años que se desempeñaba como gendarme en puntos neurálgicos para la actividad como San Martín de los Andes, Junín de los Andes, Bariloche y Villa La Angostura, y “tenía mucha relación con los turistas. Aprendí que al visitante hay que retenerlo. Pero para eso no hace falta hacer grandes obras. Se lo puede albergar en casas humildes pero bien cuidadas, con todas las comodidades. De esta manera no pasa de largo, sino que se baja, toma fotografías, compra”, manifestó.
El proyecto que llevan a cabo para esta puesta en valor se denomina “Viva la gente”. Al volver a hacer foco en él, agregaron que “nosotros no pensamos brindar desayuno pero queremos incorporar al circuito a vecinos que sí pueden ofrecerlo. De es forma será más completo y va a involucrar a más vecinos. Es una idea que nació entre nosotros porque este edificio estaba muy destruido, descuidado e incluso intrusado, y para que no fuera en balde todo el sacrificio de don Juan pensamos en esta posibilidad y la estamos llevando a cabo de a poco. Terminarlo dependerá de cómo nos iremos moviendo económicamente y cómo Corpus irá acompañando el proceso”.
Como después de varios años del arreglo se requiere un mantenimiento, la idea es que la rentabilidad “que tengamos del hospedaje sea destinada a un fondo especial que vamos a tener sólo para mantener el edificio”, dijo Roberto, que recibió el apoyo moral de su papá -recientemente fallecido- y de su hermano Miguel.
“Estoy tratando de recuperar en la medida que puedo. Tengo construidos cuatro sanitarios con instalación de agua caliente”, ejemplificó, mientras sube las escaleras que originalmente eran de madera -ahora las hizo de cemento- para mostrar cómo va quedando el proyecto. “Estaba abandonado, era un desastre”, insiste el bisnieto de Juan, que en medio de los “arreglos” de la obra sufrió un accidente que le valió dos cirugías y una recuperación lenta. Y confió que una puerta es la única abertura de toda la construcción que se pudo rescatar, además de los marcos, que son los originales de cedro. “Cuando estaba intrusado, rompían lo que podían y utilizaban los restos para hacer fuego. Y yo quiero preservar todo como era. Algunos me preguntan ¿para qué? pero reforcé algunos espacios como para que esta casa, que está en un lugar estratégico, a la entrada del pueblo, dure más de 2 mil años”, agregó, y recordó a Juan como una “persona buena y religiosa que cuando falleció mi abuelo, cumplió ese rol”.

“Betty” es quien acompaña diariamente en este proceso y consideró que su esposo “es una persona muy voluntariosa al momento de hacer las cosas, en el corazón lleva el sello de la construcción al igual que su bisabuelo. Le gusta diseñar, hacer lo mejor posible, tiene los conocimientos de la parte turística y todo eso le facilita. Además de pensar en su pueblo para que sea más amigable. Yo lo acompaño en todo pero muchas veces quedo asombrada de las ideas que tiene”.
Acotó que mientras era efectivo de Gendarmería Nacional, “su especialidad era la de protesista, entonces tiene habilidad para arreglar las cosas. Toma la impresión en yeso y manda a hacer el dibujo en madera. Así tiene el diseño para hacer las terminaciones del edificio, lo más parecido posible al original”.
“Viva la gente” también se denomina el comercio de ramos generales que se ubica en el frente de la fachada y la actividad que desarrollan con la apicultura. “Me conocen como productor de miel de calidad. Vienen a buscarla de todos lados. Muchos ingresan a Corpus solamente por eso. Ya nos visitó gente de Alemania, Cuba, Canadá”, comentó, y alegó que comenzó mediante un programa de Gobierno. “Yo era el que menos sabía del tema y al final aprendí más que los otros. Eran doce clases y cuando terminamos ya tenía 23 cajones. Me resultó fácil, al punto que lo bautizaron encantador de abejas”, acotó en medio de risas. Ahora piensa en producir “sólo para vender acá”. El matrimonio aseguró que instauró el “Viva la gente” porque ayuda a vivir de manera sana. Y “nos dio muy buen resultado”, acotó “Betty”, que es peluquera en el mismo edificio y que “ahora trabajo poco pero cuando esté todo habilitado, atenderé a algunos pasajeros que requieran los servicios”.