No fue un buen comienzo de año para el joven de 22 años apresado por el crimen del enfermero Raúl Roberto Aquino (57). En la noche del martes 8 de enero, tras poco más de un mes del asesinato y cuando parecía que el caso se moría en el tiempo, la Policía lo detuvo en su casa del barrio San Isidro. Y en las últimas horas, apenas iniciado febrero, los resultados del cotejo genético lo comprometieron seriamente. En dos meses, dos golpes.
Los exámenes de ADN se conocieron en las últimas horas y fueron contundentes. Indicaron que la sangre hallada en sus zapatillas era de la víctima. Y aún mucho peor para su futuro procesal. La pericia también estableció que los restos biológicos encontrados en el auto de Aquino, sustraído tras el homicidio y hallado abandonado horas después, son de él. Esas novedades, que PRIMERA EDICIÓN pudo confirmar mediante sus fuentes, lo incriminan seriamente.
Ante ese elemento de prueba, la investigación llevada adelante por el magistrado Fernando Verón, titular del Juzgado de Instrucción 3 de Posadas, se encamina directamente sobre el estudiante, quien por el momento permanece imputado por “homicidio simple”. Si bien en su momento se abstuvo de declarar, ante las revelaciones científicas el acusado podría solicitar una ampliación de indagatoria.
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Los exámenes de ADN fueron realizados en el Parque de la Salud de Posadas en tiempo récord: apenas 20 días atrás habían sido solicitados por Verón. En ese sentido, resultó clave el allanamiento a la vivienda del sospechoso, en el barrio San Isidro. Sucede que allí los efectivos de Homicidios de la Policía provincial secuestraron el par de zapatillas ensangrentado, que estaba oculto en el ropero del joven. Ni siquiera había sido lavado, por lo que se sospecha que permanecía allí guardado desde la misma madrugada del asesinato. También allí encontraron el teléfono celular que sería de la víctima.
La aprehensión del estudiante se produjo alrededor de las 22 del martes 8 de enero, después de la labor de seguimiento digital que Homicidios y la Secretaría de Apoyo para Investigaciones Complejas (SAIC) del Poder Judicial realizaron sobre el celular robado a Aquino.
Los investigadores creen que los 45 días que pasaron desde el homicidio hasta la aprehensión del joven jugaron a favor de la causa. Es que el muchacho aparentemente se sintió seguro tras el paso del tiempo y nunca imaginó que era seguido prácticamente desde la semana siguiente al hecho. Por ejemplo, tras desaparecer de las redes sociales durante casi 30 días, luego de la última Navidad comenzó a postear nuevamente en Instagram.
Aquino era enfermero y trabajaba para la Municipalidad posadeña. Fue encontrado sin vida alrededor de las 1.20 del sábado 24 de noviembre de 2018 en uno de los departamentos que alquilaba, sobre calle Chile al 2.600, a escasos metros de la avenida Corrientes y del Teatro Griego de la capital.
Fueron vecinos de la zona quienes llamaron a la Policía tras notar que el lugar se incendiaba. La autopsia estableció que Aquino fue golpeado contra diversos elementos contundentes y posteriormente amordazado con un trapo con el que se ahogó. Uno de los serenos de la calle Chile aseguró haber visto al homicida cuando escapaba en el Toyota. Ese vehículo fue encontrado abandonado al día siguiente en el barrio San Isidro, a pocas cuadras de la casa del detenido.
Las pericias establecieron que el autor, al igual que intentó hacer en el inquilinato, trató de incendiar el automóvil para borrar pruebas. Sin embargo, cometió un error grave para ese objetivo: prendió fuego la butaca trasera, cerró el Toyota por completo, arrojó las llaves entre malezas y escapó. Sin el ingreso de oxígeno al habitáculo, las llamas no tardaron en apagarse. Y entonces todo quedó en evidencia.