Si hablamos y preguntamos veremos que muchas personas sufren de contracturas molestas provocadas por la tensión y rigidez del estrés diario. También por no poder expresar de alguna forma sus emociones.
La tensión refleja en nuestro rostro cómo nos sentimos; es como si lleváramos una mochila cargada de muchos kilos en la espalda, que nos tira hacia abajo, no nos permite respirar bien y nos da la sensación de opresión y angustia.
La espalda representa el apoyo en la vida; es el sostén del cuerpo, pilar de la estructura ósea y muscular. En ella recae todo el peso del cuerpo, lo no expresado, lo que callamos y sobre todo lo que no soltamos.
Al ir observándonos podremos ver que necesitamos aprender a relajarnos, aún en nuestro trabajo o en la vida cotidiana. Aún cuando hay cosas que no están bien para mí o las que no están yendo como quisiera.
Poder relajarnos en cualquier momento y estar presentes viviendo lo que nos está pasando es lo ideal.
¿Qué podemos hacer para liberar esa tensión que después nos genera dolores musculares?
Primero parar y registrar que hay algo en nuestro cuerpo que nos está generando mal estar o dolor. Al observar eso ya vamos a darnos cuenta que debemos darnos un tiempo para el relax.
Ahí puedo mover mis piernas para activar un poco la circulación, extender los brazos hacia arriba y estirarme inhalando y exhalando lentamente. Puedo poner música suave y ese ritmo ir haciendo círculos con los hombros alternando uno y otro.
Usar el ritmo suave de la música para incorporarlo al movimiento de los hombros y así ir relajando toda la espalda. Después estirar los hombros para atrás expandiendo el pecho, así ingresa más aire y da la sensación de ¡libertad! Aún estando en un lugar cerrado. Son estrategias para estirar nuestra espalda y relajarla.
Usando movimientos lentos podemos desacelerarnos de la ansiedad diaria y ayudarnos a estar más presentes, más relajados, menos estresados y más felices.
Que Dios los bendiga.
Colabora
Paula Vogel
Profesora de Educación
Física.
Educadora Biocéntrica. 3764-414872