Cuando nos encontramos ante una situación desafiante muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué a mí? Culturalmente estamos más habituados a preguntarnos el “por qué” de las cosas, que el “para qué”.
Aunque parecen iguales estas dos preguntas, no lo son, tienen diferencias importantes, sobre todo a la hora de replantearnos nuestra vida y fijar nuestros objetivos.
Los procesos mentales que se disparan ante una u otra son completamente distintos.
La pregunta “por qué” lleva tu mente al pasado, a las causas racionales que te llevaron a una circunstancia o situación. Te lleva por un camino de justificaciones, sean históricas o condicionales. O bien te hacen externalizar la situación ante la falta de justificativo. De cualquiera de las dos formas, sentís que no manejas la situación, que sos una hoja a merced del viento sin poder para elegir.
Por ejemplo, ¿Por qué estas enojado con esa persona? Porque me arruino la vida.
Ahora analicemos la otra pregunta. “Para qué” mira al futuro, despierta el verdadero significado de lo que hacemos, qué nos impulsa a hacer lo que hacemos desde el corazón.
¿Para qué tienes tanto enojo con esa persona? No sé, para nada.
La respuesta al “por qué” apunta a las causas, muchas veces externas, que te traen a este momento. “Para qué” te pone en un espacio creativo, una razón de ser.
El “por qué” suele ser más fácil de responder. Basta con mirar atrás y encontrar las causas o justificaciones. Puede carecer de significado y de emoción y otras veces se responde cargado de un sentimiento de injusticia, de no manejar nada.
El “para qué”, te pone en un contexto de significado, de propósito y posibilidades infinitas. Aún ante algo que nos pasa y percibimos como injusto, preguntarnos “para qué” nos abre al aprendizaje. Es el combustible que hace que te levantes por la mañana y vivas con conciencia, entusiasmo y pasión tu vida.
Tal vez sepas los “por qué” de tu situación actual y es posible que, si te quedas rumiando en todos esos “porqués”, sin darte cuenta, quedes anclado en el problema y te paralices ante el sentimiento de imposibilidad de conseguir lo que deseas.
Dedicar tus pensamientos a las causas que te mantienen en una situación que no deseas hace que pierdas un espacio maravilloso de tu mente que podría ser dedicado a pensar en soluciones.
Si bien es bueno tener en cuenta nuestro pasado, formular tus respuestas orientándolas hacia la intención (“¿para qué?”) en lugar de hacerlo hacia la causa (“¿por qué?”) te guiará hacia la solución porque en los “para que” está la motivación, el sueño… Ellos te abrirán el camino hacia el espacio del deseo.
El “por qué” satisface tu mente. El “para qué” llena tu corazón.
¿Te preguntaste últimamente “para qué” estás haciendo lo que estás haciendo? ¿Para qué querés lo que decís que querés?

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Valeria Fiore
Abogada-Mediadora
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