Durante mis clases con los niños les enseño a sentir cómo late su corazón, ¿para qué hago esto? Les muestro de forma práctica cómo los latidos se tranquilizan con la calma y cómo se activan y laten más fuerte y rápido cuando el cuerpo se mueve y necesita oxígeno y sangre para los músculos.
Es la forma que encontré para que ellos registren de dónde sale la fuerza vital que hace que nuestra sangre fluya y lleve vida a todo el cuerpo. Lo interesante es que comencé a hacerlo conmigo y me ayudó a conectar con mi cuerpo y estar presente en él.
Hoy les invito a que paren un momento donde estén y colocándose las manos en el pecho más sobre el lado izquierdo hacia abajo busquen los latidos y quedense ahí un rato, sólo sintiendo y escuchando ¡cómo late nuestro corazón!
A veces cuesta encontrarlo y podemos buscar el pulso en la muñeca o en el cuello, con los dedos índice y medio haciendo presión hasta sentir los latidos.
Cuando llegamos a encontrarlos sólo nos quedamos ahí sintiendo esa fuerza vital que activa nuestro cuerpo y le da vida, que se encarga -sin que hagamos nada-, de llevar los nutrientes a cada célula de nuestro cuerpo para que él con su sabiduría se encargue de todo. Nuestro cuerpo es tan perfecto que lo hace todo sin que nosotros hagamos nada.
Practicando sentir nuestro corazón nos damos cuenta que la vida en nuestro cuerpo transcurre sin que tengamos que hacer nada. No decidimos respirar o que nuestro corazón lata, simplemente sucede y darnos cuenta de eso nos hace ver que la vida es un regalo, ser más humildes y conectar con el agradecimiento total de estar vivos.
Lo que sí podemos hacer es comer sano, observar lo que pensamos, hacernos cargo de nuestras emociones tomando las medidas necesarias para sentirnos mejor. Observando esto podemos cuidar y agradecer este regalo maravilloso que nos dieron que se llama ¡cuerpo!
¡Que Dios los bendiga!
Colabora
Paula Vogel
Profesora de Educación
Física.
Educadora Biocéntrica. 3764-414872