
A lo largo y ancho de la provincia existen vestigios que supieron dejar quienes creyeron y lucharon en pos del progreso y que no son ni más ni menos que una forma de conocer el pasado. Muchos, aunque convertidos en íconos en la ciudad, guardan recuerdos que pocos conocen, como el trencito que duerme en la avenida Mitre, frente al Sindicato de Luz y Fuerza, reacondicionado hace algún tiempo ya, luego de ser blanco de dolorosos actos vandálicos. La locomotora alemana de trocha angosta Orenstein y Koper, fabricada en el año 1897, perteneció a la maderera Heller, instalada en la península homónima en 1943, con maquinaria de última generación, otorgándole un importante impulso a la zona, y era utilizada para transportar los rollos que bajaban en jangadas por el río. La planta cerró a principios de la década del 70 y, tiempo después, la familia la donó al municipio para que forme “parte de la memoria colectiva de la comunidad. Un legado que no es más que una prueba para el ser humano de la importancia de la noción del tiempo, de hechos que perduran, la consciencia del pasado que se hace presente”, como explica la definición de “patrimonio cultural” de la UNESCO.
Estos ferrocarriles tuvieron su origen en Francia, en 1873, cuando su creador, el ingeniero agrónomo Paul Decauville, basándose en las necesidades agrícolas de su industria azucarera del sur de París, utilizó barras de hierro ligeras, que colocó sobre travesaños, también de hierro, y que ensambló hasta lograr un camino de fierro de la longitud requerida, al cual le montaba pequeñas góndolas que jalaba mediante tracción animal.
Actualmente existen en todo el mundo vestigios de este tipo máquinas. Incluso, en algunos países los trabajos de rescate y catalogación que emprendieron diversas instituciones impulsaron la creación de museos especializados, que tienen como meta recuperar este tipo material, considerado hoy como patrimonio histórico y cultural. En Chaco, por ejemplo, se concretó la recuperación de las dos locomotoras “Decauville” de trocha angosta, de sesenta centímetros, que quedaron como testigos de aquel tendido donde circulaba el Ferrocarril Santa Fe, que llegó primero a la localidad de La Sabana en 1882 y años más tarde unió a la capital chaqueña con el sur de Argentina.
Un “pueblo que no sabe su historia es pueblo condenado a irrevocable muerte. Puede producir brillantes individualidades aisladas, rasgos de pasión de ingenio y hasta de género, y serán como relámpagos que acrecentará más y más la lobreguez de la noche”, escribió Marcelino Menéndez Pelayo, y este “trencito” estuvo, está y debe bregarse porque siga estando en las memorias de la ciudad capital de la tierra colorada.