Desesperación fue lo que sintió Aníbal Günther cuando a Alberto, su hermano menor, le diagnosticaron leucemia. Fue entonces que hizo una promesa a San Pantaleón y a la Virgen de Itatí, que levantaría una capilla si por su intercesión el “Negro” recobraba la salud. Ninguno de los protagonistas está para contarlo. Es por eso que su primo hermano, Antonio Felipe Bermüller (77), quiso recrear esa parte de la historia de este municipio, porque con el paso de los años San Pantaleón se convirtió en un santuario y recibe peregrinos de distintos puntos de Misiones y provincias vecinas, emulando a la multitud que se reúne en el barrio porteño de Mataderos.
“Él tendría 17 o 18 años cuando supo de la enfermedad, comenzó el tratamiento y luego lo llevaron a Buenos Aires. Después de un tiempo el chico se sanó y el hermano levantó la capilla. Empezó solo, después se sumaron los vecinos del pueblo y con el tiempo, se conformó una comisión con la participación de mucha gente. Fue creciendo la capilla, la concurrencia y la devoción al santo”, que es Patrono de los Enfermos, y se celebra el 27 de julio, un día después de Santa Ana.
Ex intendente de Santa, narró que su pariente “estuvo internado en el hospital Rawson y me contaba que la que lo atendió y se dedicó realmente fue una doctora de origen africano. Fui a visitarlo varias veces en ese lapso de tiempo pero no pude conocerla. Él la describía como una mujer menudita, morocha, que se dedicaba a atenderlo hasta que se lo declaró libre de la enfermedad” y pudo regresar a su tierra. Dijo que Aníbal, el hermano del enfermo y reconocido comerciante, solicitó una parcela del terreno a una vecina que tenía la chacra sobre la ruta nacional 12 para levantar la obra.
“Primero fue haciendo solo y más adelante se conformó la comisión y la gente fue ayudando en la obra. El 27 de julio de cada año se realiza una fiesta tradicional que convoca a numerosos peregrinos. Se congrega muchísima gente que viene a pedir por sus enfermos”, agregó. Ahora es una capilla que depende de “San Joaquín y Santa Ana”, que es la iglesia principal del pueblo, y espera ser trasladada a otro espacio, debido al avance de las obras de la autovía. Por estos días y hasta tanto se resuelva el nuevo destino, en el lugar no se realizan celebraciones. Es que “las tareas se ejecutan justo al frente y debido al movimiento de camiones y maquinaria pesada, el peligro es constante”.
La de los Günther era una familia de devotos pero “los dos ya están fallecidos. El que estaba enfermo nos dejó a los 45, hace unos diez años. Era panadero y tenía una agencia de quinielas. Se desempeñó como secretario de obras públicas de la Municipalidad de Santa Ana y también era jugador de fútbol, por lo que era muy reconocido en el pueblo”, comentó Bermüller.
Además, pertenecían a una familia de pioneros del municipio. Es que “mi abuelo materno, Felipe Günther, vino a Santa Ana en 1890 y residía en la zona del puerto. Mientras permaneció en esta zona, se dedicó a la agricultura. Pero en 1923 se radicó en Picada San Martín, donde se dedicó a la plantación de yerba mate y tenía un importante establecimiento”, explicó.
San Pantaleón vivió a fines del siglo II (año 282), en Nicomedia (Turquía), cuando pertenecía al Imperio Romano. Su padre era senador romano y adoraba a falsos dioses pero la madre, cristiana, se encargó de la educación y lo inició en la fe en Jesús. Fue apresado y torturado por ser cristiano y hacer milagros.
Cuando comprendieron que nada le haría cambiar de opinión, lo ataron a un árbol de olivo seco y le cortaron la cabeza. Al ver que milagrosamente el olivo comenzó a brotar, unas mujeres piadosas juntaron con unos trapos la sangre que San Pantaleón había derramado por amor a Jesús. Esa sangre se conserva desde hace siglos en un recipiente especial, en Italia. Todos los años, cuando llega el 27 de Julio, fecha conmemorativa de su martirio, la sangre de San Pantaleón, que durante todo el año permanece coagulada, se vuelve líquida.