Los vecinos barrio Scholler, del kilómetro 8, destacan la labor por la inclusión educativa impulsada por la directora de la actual Escuela 829, Mirta Caballero, una de las precursoras de un proyecto comunitario que buscó resolver uno de los grandes problemas de la Capital del Trabajo: los niños no escolarizados.
En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, Caballero recordó que a mediados de los 90’ y en un contexto con una abundante cantidad de menores “con la parroquia local realizamos un censo que detectó en el área más de 80 niños que no asistían a la escuela. Por aquel entonces, la única institución disponible en el lugar se volvió privada y dejó fuera a los chicos sin posibilidades económicas. Por otra parte, un accidente en la ruta se había cobrado la vida de un niño que debía cruzarla siempre para llegar a clases, demostrando el peligro latente. Así fue que con un grupo de padres y vecinos conformamos la Comisión Pro Escuela”.
Esta Comisión consiguió un espacio improvisado que funcionó como aula mientras lograban conformar un establecimiento educativo con todas las letras.“Gracias a la comunidad se logró levantar lo que fue una ‘escuela rancho’, una construcción precaria hecha a pulmón con los vecinos. Las columnas y el piso eran de cemento; las paredes eran de maderas que conseguimos de donaciones de los aserraderos. Fue en 1997 cuando comenzamos todo en un galón cedido por la parroquia, con aulas acopladas en el barrio Malvinas, donde funcionó desde nivel inicial a cuarto grado”, explicó.
Con el correr de los años, Mirta Caballero se convirtió en una referente eldoradense en materia de inclusión de jóvenes en el sistema educativo mediante un trabajo ad honorem que la llevó a a abandonar sus otras ocupaciones para dedicarse de lleno a este proyecto. Hoy ya con un establecimiento formado, remarcó que “tomamos muchos alumnos que en otras escuelas tenían problemas de conducta o sobreedad. Eran chicos que casi nunca iban a clases a los cuales hasta íbamos a sus casas a buscarlos. Esta es una comunidad humilde, con sectores en los barrios en la periferia que son asentamientos. La idea era incluir a todos aquellos niños que no cuentan con posibilidades por diversos motivos, ya sea por una cuestión económica o por la exclusión de otras instituciones. Aquellos que son problemáticos, los ‘malos del barrio’, requieren un trabajo con toda la familia, que va más allá del aula”, añadió.
En este proceso de inserción de los niños a las aulas, la directora de la Escuela 829 indicó que “en principio el trabajo se centró en aquellos carenciados en lo económico pero los desafíos se extendieron a otros niveles, como la discapacidad. Logramos detectar que en muchos casos la sobreedad de la población escolar puede darse por cierto nivel de discapacidad sin detectar. Las afecciones más comunes estaban relacionadas con el aspecto cognitivo. Además, había chicos dentro del espectro autista que ahora pueden ser diagnosticados pero antes había pocas herramientas para lograrlo. También llegaron niños con retraso madurativo; problemas motrices; afecciones visuales y auditivas”.
Mirta Caballero destacó que gracias a esta labor en conjunto con la comunidad y acompañada por todo el equipo pedagógico “logramos sistematizar la cantidad de niños con discapacidad teníamos y cuál era su dificultad. Fue un trabajo de largos años y con insistencia, gracias a lo cual conseguimos un gabinete psicopedagógico en la escuela, junto con capacitaciones con profesionales para orientarnos en estas problemáticas que nos excedían”.
En su recorrido por la labor docente y luego como directora de la institución, resaltó que “aprendí que muchas cosas nos exceden. Cuando el contexto social es muy desfavorable es muy difícil trabajar con esos niños. Por lo cual es necesaria una escuela inclusiva para todos los jóvenes en el nivel secundario y terciario. Cuando echo una mirada hacia atrás recuerdo muchos chicos con gran potencial y que si hubieran tenido otras posibilidades serían unos genios”.
Con el paso del tiempo se gestionó la adquisición de un predio de una hectárea donde hoy funciona la institución. “En el 2002 nos trasladamos a un nuevo espacio y se transfirió al Concejo General de Educación para que puedan edificar el establecimiento y le fue asignada la numeración que lleva hoy, la 829”, añadió.
Mirta Caballero además contó que “en 2018 comenzamos como objetivo institucional el trabajo con los niños de la aldea cercana pertenecientes a los pueblos originarios Mbya Guaraní, con una mirada puesta en la inclusión. Recorrimos su sendero y conocimos sobre su espiritualidad, lo cual fue una experiencia muy enriquecedora tanto para los niños como para los adultos. Este año pensamos profundizar en los juegos de los pueblos originarios, porque en general los juegos colectivos que tenemos son de origen español. Sus prácticas van desde el arco y flecha a todo lo relacionado con la puntería, cerbatanas y destrezas físicas”.
En cuanto al establecimiento en general, agregó que “la escuela es de jornada extendida, algo que pudimos conseguir con los años, y organizamos todos los talleres extensivos de las áreas troncales. Con el comedor de la escuela, todos sabemos que la situación está difícil en el aspecto económico y más ahora con el aumento de los precios. El año pasado a raíz de las dificultades por la no actualización de las partidas del presupuesto para iniciamos una huerta comunitaria para las verduras que cuestan más conseguir. A pesar de todo, pasamos de iniciar siempre con atrasos y deudas a arrancar este año con un saldo favorable para el comedor, algo inédito en la institución”.